Gacetilla Taurina
Nº 059 - De chulos a monosabios
Formando parte de la Colección de Temas Taurinos, titulado “El Personal de las Plazas de Toros”, los Monosabios forma parte de un Capítulo, pese a la modestia de su función, ellos representan uno de los escalones evolutivos más interesantes en la historia del toreo. Desde los primeros tiempos formaron parte del personal comprendido con el genérico título de chulos, hombres de humilde condición cuya presencia en las plazas, siguen contrastando con el importante papel que muchas veces desempeñaron, hoy relegados a cumplir el papel de mozos de caballos o de cuadra, asisten a los picadores, ayudándoles a levantarse cuando son derribados, tanto a ellos como a los caballos, a reparar correas y atalajes en trances de urgencia, a rematar los caballos heridos de muerte y despojarles de sus monturas, y a retirar los jamelgos que por su pie puedan hacerlo.
Se dice con cierta razón que se presentaban en el ruedo –desde 1840 su aspecto es bien diferente o por lo menos es más decoroso- desarregladamente vestidos y desaliñados, cual era hasta cierto punto consustancial con las funciones poco urbanas a que se destinaban. Sin embargo, su presencia junto a los picadores en el ruedo los hace exponerse igualmente a sufrir serios percances e incluso la muerte. Referimos el año 1840 porque hacia esa fecha el empresario de Madrid, don Justo Hernández, les vistió y uniformó casi con la vestimenta con que en 1880 y hoy se presentan, a saber: blusa floja y cerrada, roja o azul, y pantalón oscuro, generalmente azul también, y gorrilla de color del color de la blusa, si bien en esto de la gorrilla hubo y sigue habiendo cierta anarquía.
Dejé dicho que aquellos chulos, de donde partieron a partir de 1847 los hoy llamados monosabios –el origen de este nombre será expuesto seguidamente-, representan uno de los escalones evolutivos más interesantes en la historia del toreo. Diremos el por qué. Desde los ancestrales tiempos en que los nobles y caballeros se dedicaron primero a alancear toros y después a rejonear, fueron acompañados siempre de chulos, valerosos hombres de humilde condición, que en cierta medida ocuparon el puesto de escuderos que aquellos llevaron en los enfrentamientos bélicos, como el Sancho Panza que llevó el célebre caballero andante Don Quijote de la Mancha. Pues aquellos valientes hombres de a pie, mientras sus señores toreaban a caballo, tenían por misión no perderles de vista un solo instante y, en caso de peligro, no titubear en hacer a cuerpo limpio cuantos quites fuesen necesarios para salvarles de los peligros.
Después de siglos de actuar a pie en las plazas, jugándose la vida a cada paso, miles de hombres tan valientes hasta la temeridad, como real e inmerecidamente desconocidos, llegaron a formar verdaderas dinastías de familias de chulos. De estos, los más habilidosos no sólo alcanzaron fama, sino que heridos nobles y caballeros, comenzaron a lo largo del siglo XVI a alancear toros a pie, para rematar los astados restantes, y poco a poco, ya en pleno siglo XVII fueron convirtiéndose en los primeros matadores de toros. Así que en los dos últimos siglos citados, se dieron muchas funciones en España en que fueron los chulos, unos como matadores y otros formando parte de su cuadrilla, los que lidiaban las corridas de toros. Dicho esto urge señalar el origen humano tan humilde de la Fiesta Nacional, que a lo largo de los siguientes siglos, hasta nuestros días, siguió abasteciéndose de hombres de la más modesta condición, siempre más capacitados para vencer los incontables sacrificios y peligros que conlleva tan arriesgada profesión… y sin esos sacrificios, salvo excepciones, no llega la fama ni el dinero, por lo que resultará muy difícil hacer figuras ofreciendo comodidades a los aspirantes al toreo.
Y tal como seguimos viendo, los monosabios siguen poniendo siempre el mayor empeño en auxiliar al picador en la suerte de varas, bien conduciendo del diestro a ella a los caballos o citando al toro a cuerpo limpio para que entre en la suerte, y “hasta arrojándole la gorrilla con el mismo fin.” Se asegura que “al depender de los contratistas de caballos ha hecho también que se excedan en apurarles, obligándoles a sustentar al picador cuando heridos o cansados no tienen fuerzas para ello, o aprovechando a los heridos con el mismo designio.”
Afortunadamente, a la citada modestia de su función, hay que darles a todos los monosabios el palmarés que supone hacer constar el gran valor y la abierta abnegación con que siempre acuden a socorrer a los picadores en la misma cara del toro; y muchas veces llegan a sustituir a los espadas en los quites, cuando por su mejor colocación o su resolución mayor, se presenta la peligrosa ocasión. Su modestia no debe permitirnos ocultar que en algunos momentos realizan actos de verdadera sabiduría. Y, por último, antes de pasar a describir el origen del nombre, debemos señalar que los monosabios tienen un perfil inconfundible dentro de la fiesta y son los únicos, salvo los diestros, que pisan reglamentariamente el redondel durante la lidia.
Refiriéndonos al origen del nombre de monosabio, que les fue otorgado a los mozos encargados de auxiliar al picador, y cuya denominación está plenamente generalizada, se debe a que hacia el año 1847 fue a exhibirse a Madrid una cuadrilla de monos, casi con toda seguridad de la especie chimpancés, en un teatrillo llamado de Cervantes que estuvo ubicado en la calle de Alcalá, esquina a la del Barquillo, donde con anterioridad estuvo el teatro Apolo. Refiera Sánchez de Neira (La Lidia, 1889) que “aquel industrial tenía de tal modo amaestrados su troupe en hacer diferentes habilidades, que el público aceptó de buen agrado el nombre de monos sabios con que su amo los había bautizado. Aparte de la señorita Batavia y el mono Cocinero, los demás vestían trajes encarnados, y como el uniforme que se hizo llevara a los mozos de caballos en la plazas de toros eran entonces de igual color, y los muchachos, a excepción de Salerito y el Gobernador, era feos en su mayoría, la gente de buen humor que ocupaba el tendido 5 les llamó desde entonces monos sabios, y con ese apodo se quedaron y continúan.”





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