Origen y Evolución del Toreo
Num. 36 Origen de la Fiesta de los Toros - Cronología histórica en España (Siglo XVII (1623)
1623:
El Origen de la célebre vacada de la familia Miura:
Ni negar ni asegurar se puede que el origen de la singular casta de los actuales toros de Miura, así como la de los Pablo Romero, no estuviese vinculada con la labor de selección realizada por los frailes de la Cartuja de Jerez de la Frontera (Cádiz), que bien pudieron ser los primeros criadores de toros bravos y de caballos; pero lo cierto es que los religiosos cartujos fueron los depositarios en la toda región andaluza de los «Diezmos» de la Iglesia, o sea, de la décima parte del valor en venta de todas las cosechas y del ganado. Curiosamente, en El Puerto de Santa María se encuentra aún el Depósito de Granos que los cartujos tenían en esta población, y en uno de los balcones del antiguo edificio está el hierro que llevaron aquellos primeros toros de lidia, que incluso aparece en vasijas y jarras de barro y de cerámica con incrustaciones de plata, obras de artesanía fina que también los religiosos de la Cartuja realizaban.
Algunos monjes cartujanos, con vocación de ganadero y afición a los toros, al recibir como pago de los diezmos ganado bravo de distintas ganaderías, lo seleccionaron y crearon líneas genéticas de distintos pelos, especialmente el retinto, todos los cuales eran destinados a la lidia... y así lo siguen haciendo sus más directos descendientes, Miura y Pablo Romero; e igualmente seleccionaron los caballos procedentes de las más diversas cuadras, hasta lograr el «Caballo de Reyes», que es una raza única: la Cartujana.
¿Desde cuando comenzaron los cartujanos tan original dedicación por la crianza y selección de toros y caballos? Es muy difícil precisarlo, pero existe un documento de venta de ganado bravo que ellos realizaron, que data del año 1623; asimismo, hay carteles de toros en los que aparecen anunciados como «Toros del Convento Cartujano», que fueron lidiados por Pedro Romero y José Rodríguez (Pepe-Hillo), a mediados del siglo XVIII en la plaza de toros de El Puerto de Santa María.
El Convento de la Cartuja de Jerez de la Frontera, al margen de su actividad religiosa, ya plenamente dedicado a los selección de toros bravos, más por su tamaño y poder para enfrentarse, primero, a los valientes caballeros y después a los picadores, vendieron pies de simiente -vacas y sementales- a muchos ganaderos y de aquellos primeros pies de crías se surtieron Cabrera, Espinosa, Rivas, Zapata, Vázquez y Gallardo, de El Puerto de Santa María.
Los religiosos dominicos de Sevilla adquirieron ganado bravo de los frailes cartujos de Jerez, y aunque se formaron de unas vacas y otras dos ramas, su origen es el mismo, pues en todos los casos el ganado era originario del Convento de la Cartuja jerezana. Los dominicos de Sevilla vendieron en 1762 a don Marcelino Bernaldo de Quirós, sacerdote de Rota, vacas y sementales de lidia; y éste, a su vez, le vendió en 1789 al también sacerdote de Rota, don Francisco Trapero, y el resto de la vacada a don Francisco Gallardo, vecino de El Puerto de Santa María, y cuyo hato estaba formado por medio millar de reses entre vacas, novillas y machos. Aún se conserva la portada de hierro de la finca de Gallardo.
En 1808 aparece ya un cartel de toros el nombre de la ganadería de los «Los Gallardo» (Herederos). Poco después, fueron esos «Herederos» los que vendieron una parte de su vacada al ganadero portuense don Gaspar Montero y Varela, adquiriendo parte del hato bravo los ganaderos Albareda y Echeverrigaray, de El Puerto de Santa María; y poco tiempo después, don Antonio Gil, vecino de la Rinconada (Sevilla), adquirió una parte importante de dicho ganado, del que a su vez, en 1842, vendió 220 vacas a don Juan Miura. Y el 26 de julio de 1849, el mismo Miura, volvió a comprar 200 vacas y 168 machos al ganadero José Luis Albareda, que eran de sangre pura de Gallardo, es decir, de sangre cartujana. Así que, revisando el árbol de la sangre bovina brava de la Cartuja de Jerez de la Frontera, podemos decir que la de Miura y la de Pablo Romero es la misma y que estuvo en sus días en El Puerto de Santa María.
Resulta interesante señalar que en Portugal existía una raza de toros del país suficiente para las escasa exigencias del toreo que allí se venía practicando. Pura la conservaba la ganadería de Cunha, que después fue de Tabares; pero la mayor parte se cruzaron con toros españoles, y, posteriormente, se han importado ganaderías de toros completas.
La cruza del ganado del país con toros españoles ha producido un tipo de toro duro, corpulento y poderoso, de lidia arriesgadísima. Sirvan como ejemplo las ganaderías de Pereira Palha, de Villafranca de Xira, formada con vacas criollas y mezcladas con sementales de Concha y Sierra y Miura, o esta última ganadería española, que cuenta entre los elementos que la formaron vacas portuguesas. Los toros de Palha son muy corpulentos, de gran poder, veloces en la carrera, de gran agilidad para saltar la barrera y para revolverse codiciosos, sin dar tiempo al torero para reponerse en la suerte.
De todas maneras el ganado portugués es muy basto, y aun afirman, aunque seguramente el aserto no es rigurosamente exacto, que aunque se lidien varias veces la misma res, no se picardea. Pertenecen a la raza mediterráea, como el ganado andaluz, pero se ha cruzado con las variedades del Norte de Portugal, que son análogas a la gallega, y que aquí las grandes dimensiones de sus cuernos -torors de la paredes de la cueva de Altamira-, así como su tendencia a la mansedumbre. La pinta más corriente es la leonada con las extremidades más oscuras o negras, abundando los ojos de perdiz, mucosas rosadas, frente convexa, órbitas salientes.
El nacimiento de la vacada de Miura, indiscutiblemente la más renombrada en el extenso y vasto planeta de los toros bravos, tuvo lugar el (15-05-1842), por lo que en 2002 se cumplió el 160 Aniversario de su fundación. Y es uno de los timbres de más legitimo orgullo de sus dueños -siguiendo fielmente a don Enrique Vila-, que todo este extenso período de tiempo haya conservado por entero el apellido titular.
Don Juan Miura presentó oficialmente y por primera vez sus toros en una de las plazas madrileñas el (30-04-1849). Francisco Arjona Herrera (Cúchares) Julián Casas (el Salamanquino) y Manuel Arjona alternaron el (30-04-1849); día que se lidiaron en Madrid los primeros toros a nombre de don Juan Miura, dos de los ejemplares adquiridos a don José Luis Albareda. Sin embargo, ésta corrida no puede estimarse como el debut de la vacada de Miura en Madrid. Los toros de Juan Miura se lidiaron en unión en otros de Gaviria, Durán Flores y Conces.
Posiblemente no habrá otra ganadería en España que haya permanecido con el mismo apellido titular durante ya casi 160 años, al escribir este libro. Generalmente, las vacas bravas se dividen y subdividen conforme a la ley de la herencia familiar. Y se venden también conforme a las necesidades del mismo orden. Es muy posible que la Casa Miura a lo largo de tantos años algunos reveses económicos, pero ese es otros tema fuera de contexto. Sin embargo, es de suponer, siendo, como son, labradores, y habiendo pasado los días anteriores al señalado Movimiento Nacional en los que el campo valía poco más de nada. Sea como sea, es lo importante que no hay en el inventario ganadero de España otro nombre que pueda ostentar este timbre de orgullo: 160 años bajo un mismo titular. Esa vocación por la agricultura, después de la post-guerra, como me dijo en 1966 el propio don Eduardo Miura, hizo que le restara a la ganadería unas 3.000 hectáreas para dedicarlas al cultivo de cereales, con cuyos subproductos de las cosechas ayuda a la alimentación del ganado bravo todo el año.
Y así, todas las ganaderías bravas que la precedieron en el monopolio de la popularidad, se subdividieron y parcelaron en distintas ramas, entre las que se diluyó también con fortuna diversas la gloria de la casta primitiva. Seis generaciones de ganaderos, en creciente emulación y responsabilidad, crearon el hermoso y bravo toro de Miura, uno de los símbolos de nuestra gran fiesta.
Los más importantes relevos se dieron en los años siguientes: La ganadería se anunció a nombre de don Juan Miura desde 1842 hasta 1860, en que falleció y pasó a su señora viuda doña Josefa Fernández; y aun año después quedó en poder de su hijo don Antonio Miura que la regentó hasta 1893, año en que falleció, pasando a su hermano don Eduardo I Miura, que la tuvo hasta 1917 en que la heredaron sus hijos don Antonio y don José Miura Hontoria. En 1940, el día 20 de octubre, los señores don Antonio y don José Miura Hontoria vendieron para la plaza de Zaragoza su última corrida de toros como propietarios de la vacada de Miura, que tuvieron en su poder hasta 1942. El 19 de abril de ese año, don Eduardo II Miura Fernández vendió su primera corrida para la plaza de toros de Sevilla como propietario de la vacada de Miura, hasta 1996 en que comenzaron a regentarla sus hijos.
Desde 1996, los dos hijos de don Eduardo Miura Fernández, don Antonio y don Eduardo, el primero, casado y sin hijos, que vive permanente en Zahariche con su distinguida esposa, es el encargado de la ganadería mientras viva; el otro, don Eduardo, también casado, tienen un hijo varón que ya es un jovencito que corretea y monta a caballo, es garantía de continuidad de la famosa divisa.
Don Juan Miura, fundador de la ganadería más célebre de cuantas han existido en la geografía española, no era labrador ni estaba entroncado en ninguna familia de labradores. No tenía ningún antecedente ganadero, hecho muy extraño porque era originario de la provincia de Santander (*), donde casi todos los santanderinos tienen tierras de labranza y, sobre todo, ganado doméstico de doble actitud: leche y carne. Sin embargo, era un opulento industrial del ramo de sombrerería, establecido en la evocadora plaza de la Encarnación de Sevilla. El mismo hecho de su personalidad industrial hace presumir que el origen de la familia, como veremos seguidamente, bien pudo trasladarse, como tantas otras, desde el país vasco a Santander.
(*) Sin embargo, don José de Arreche –azpeitiano ilustre- publicó un artículo periodístico en el que comentaba la existencia de una peña taurina en Zumárraga eminentemente torerista, llamada “Peña Miura”, y las andanzas de sus componentes en un viaje que habían realizado a Andalucía, visitando la dehesa de Miura –esto debió ser en los últimos años del siglo XIX-, cuyo propietario, don Eduardo I Miura, les había colmado de atenciones y al que, el presidente de la Peña, don José María Busca Isasi, le prometió al ganadero enviarle la documentación acreditativa del origen vasco del apellido Miura, toda vez que en el Archivo de la ciudad de Fuenterrabía se encuentra el expediente de hidalguía de don Francisco Miura y Capiza y Hermanos, de las casas solares de Miura de Urdazubi e Iturralde de Oronoz, en el Baztánn, tramitado el año 1645 en la ciudad bidasotarra.