Toros Notables

Entrega nº 102 - Cerillero - Cerrajero

408. Cerillero:
Toro castaño, de don Manuel, o don Ernesto Blanco Domínguez -su debut en Madrid fue el (29-06-1927), llamado Cerillero, fue jugado en la plaza de Zaragoza el (29-05-1932). Casta, bravura, temperamento, poder, todo lo reunió Cerillero. Por los revisteros que vieron su lidia fue calificado de bandera.

409. Cerquito:
El astado de pelo negro azabache, de la ganadería española de don Ángel Rivas -su antigüedad el (31-10-1917), de nombre Cerquito, fue corrido en Zamora el (29-06-1920). Aceptó ocho varas sin volver la cara, derribando seis veces y matando cuatro caballos.

410.1 Cerrajero:
El (17-04-1865) se lidiaron en la antigua plaza de toros de Cádiz, astados de dos ganadería. La primera, del duque y marqués de San Lorenzo, sobresalieron los toros: Camama, que recibió siete varas derribó siete veces, matando cuatro caballos, y Molinero, que aguantó nueve varas, dio seis caídas, mató cinco caballos y mandó a la enfermería a los picadores Gallardo, Juan Trigo y José Calderón. La otra ganadería fue la de don Rafael José Barbero, destacaron en ella los astados: Cerrajero, que tomó 12 puyazos y mató seis caballos, y Capuchino, que se acercó 12 veces a los picadores y mató seis caballos.

411.2 Cerrajero:

El toro, de pelo cárdeno, Cerrajero, de la ganadería española de don Antonio Hernández, fue lidiado el (01-11-1873), en Madrid, siendo estoqueado por Salvador Sánchez Povedano (Frascuelo), después de tomar 18 varas.

412.3 Cerrajero:
El (16-08-1883), se lidiaron en la plaza de toros de Orihuela (Murcia) astados de la ganadería española del conde de la Patilla, resultando dos de ellos notables: Cerrajero, que recibió infinidad de varas, que por el número de caballos que mató -ocho-, pudieron ser unos 25 puyazos, y Malospelos, castaño y grande, que cogió al entonces banderillero en la cuadrilla de Fernando Gómez (Gallo), Guerrita, fracturándole el brazo izquierdo.

Cerrajero:
La vida taurina de la Plaza Real, salvo contadas ocasiones, vivió las más diversas situaciones, incluyendo las incidencias atmosféricas, como en el caso que narramos, no quisieron en su conjunto sumarse a la solemnidad de numerosos festejos. Sin embargo, el ánimo de los portuenses no decayó y si normalmente la celebración en la Plaza se había considerado, tras veinte años de su inauguración, como sucesos de tipo no sólo provincial, sino incluso regional, a partir de 1911, y por espacio de algunos años, se organizaron festejos especiales, corridas de beneficencia, que alcanzaron gran prestigio, proyectadas con el generoso fin de atender a las necesidades de distintas Asociaciones y Entidades benéficas, tanto locales, como de Cádiz y de Jerez, en busca de fomentar el noble ejercicio de la caridad. Dichas funciones trataron de reunir a los mejores lidiadores de aquellos años con astados de las más afamadas ganaderías, al mismo tiempo que se daba al espectáculo toda la solemnidad y galanura acorde con el logro de tales fines benéficos.
Para la celebración de esta nueva modalidad de funciones taurinas se redoblaron los esfuerzos para tratar de convertirlas en verdaderos acontecimientos. Y lo cierto fue que, aunque no siempre se lograron ver los tendidos rebosantes de público, la resonancia que tales espectáculos tuvieron en aquellos años fue realmente notable, y el recuerdo que han dejado, como el de una etapa excepcionalmente gloriosa de la Fiesta Nacional en El Puerto.
D. Manuel Martínez Alfonso, asegura que “abrió la marcha de esta serie de corridas benéficas, la que se anunció para el (28-05-1911), cuyos beneficios netos se destinaron a la Asociación Gaditana de Caridad. Distinguidas señoritas de toda la región ocuparon el palco presidencial y, convenientemente asesoradas, juzgaron la marcha de la lidia. La Plaza Real se hallaba excepcionalmente engalanada, y la animación que reinaba en las calles de El Puerto, en las horas anteriores al festejo, era extraordinaria. Había gran afluencia de gente venidas de Sevilla y de Córdoba, para ver actuar a sus respectivos ídolos, que entonces constituían la pareja de la máxima actualidad: Ricardo Torres Reina (Bombita) y Rafael González Madrid (Machaquito), los protagonistas del “veto a los miuras.”
Un cielo encapotado y atmosféricamente triste, impropio del mayo en Andalucía, no logró deslucir la Fiesta, esencialmente de luz y color. Los portuenses y los forasteros compensaron solidariamente la falta de alegría medioambiental con la abundante libación de los ricos caldos de la tierra, milenariamente generosos y cordialmente despachado en bares y tabernas habituales. Pero a la hora de comenzar la corrida, las negras nubes empezaron a dejar caer sobre la ciudad su inoportuna descarga. Se cuenta como curiosa anécdota, que todos los paraguas que había en el comercio local (*), abierto excepcionalmente dadas las circunstancias, se agotaron en pocas horas, pues ninguno de los forasteros quisieron perderse el espectáculo. Los toros fueron de Benjumea y si bien el tiempo defraudó a la afición, no así los dos espadas, que fueron muy aplaudidos, cortaron algún que otro trofeo, dos orejas Machaquito y una Bombita –en tiempos en que ello constituía algo de verdadera excepción- y hasta hubo intento de sacar a hombros al cordobés.

(*) Entre los establecimientos que vendieron todos los paraguas figura “Las Novedades”, ubicado en el corazón de la calle Larga, que precisamente abrió sus puertas el día que se inauguró la Plaza Real y que desde entonces sigue abierto al público, siendo el decano de todos los comercios de El Puerto, con la excepción de la panadería “La Pastora”, inaugurada en 1832 y que vendiendo sus productos con la calidad de siempre.

El maestro de toriles portuense, Adolfo Pallares, estaba listo para abrir el portón de los sustos y les dio salida a los toros que fueron verdaderos marrajos (“Los toritos de Benjumea, quien quiera que los vea,”), en el orden siguiente:
1º Dorador, negro y de mucha cabeza, al que le hicieron buenos quites Bombita y Machaquito. Ricardo Torres Reina (Bombita) vestía de hueso y oro, debutaba aquella tarde, por cierto que muy tardíamente en la Plaza Real, cuya afición ya conocía el arte de su hermano Emilio desde muchos años antes (*), pero todavía no había tenido ocasión de aplaudir al más torero de los tres hermanos que, por esta fecha, ya llevaba trece años de alternativa. Bien, Bombita, después de darle a Dorador once pases de muleta, le largó una estocada hasta las cintas y un descabello, recibió palmas.

(*) Desde la temporada de 1894, en la que sólo se dieron dos corridas de toros, y la segunda de ellas, el día de Santiago Apóstol, el 15 de julio, con una flojísima entrada, según cuentan las crónicas, a pesar de que la torearon, en un mano a mano, Antonio Fuentes y Zurita y Emilio Torres Reina (Bombita). Peor librada salió la siguiente temporada, en que la Plaza Real permaneció cerrada todo el año, con la excepción, para mayor INRI, de la celebración de una payasada bufa y ridícula el (02-06-1895).

2º Afirmadito, negro bragado, recibió 5 varas y tres pares de banderillas, de Rafael González Madrid (Machaquito), que lucía un terno verde botella y oro -ya había toreado en la Plaza Real el (13-07-1902). Aquella tarde del 28 de mayo estaban ambos en el pináculo de la fama, y, lógicamente, la expectación que la corrida había despertado resultaba perfectamente natural. Machaquito pasó al segundo de la tarde con 6 naturales y 3 redondos, soltándole sobre la marcha una media estocada tendida y repitió bajo una intensa lluvia un primer pinchazo, al que siguieron dos más y el toro se echó.
3º Valenciano, berrendo en negro, al que Bombita recibió con 4 lances, dando resbalones debido al mal estado del piso. Después dio cinco pases buenos, para seguidamente dar media estocada delantera. Más pases redondos, para otra media, recibiendo palmas. (Aguacero fin de siglo). Vuelta al ruedo ¡¡sin paraguas!!
4º Madrileño, de pelo negro, correspondió a Machaquito, pero Bombita, el de Tomares, le dio al toro cuatro capotazos que produjeron el delirio entre el público. Machaquito recibió al bicho de capa y fue ovacionado. Resbaló también por el mal estado de la arena empapada en agua y tiró las zapatillas, para seguidamente colocar dos pares y medio, entrando a matar con arrojo, dejando una media corta, seguida de un descabello y ovación.
5º Valenciano –más de una vez se han lidiado en la Plaza Real corridas con dos toros del mismo nombre-, de pelaje fino y gacho del izquierdo. Huyó de los capotes, de los caballos y de todo lo que se le presentaba. Lo condenaron a sentir elfuelo de la fragua, y aquello fue tal martirio para el manso cuadrúpedo que bramaba y enloquecía de terror. Bombita, después de una faena exponiendo mucho, le largó un pinchazo poniendo el alma, sufrió un esguince en el tobillo y pasó a la enfermería. Ovación, oreja –la primera oreja concedida en la Plaza Real la obtuvo el mexicano Rodolfo Gaona la tarde del (28-08-1910)- y aplausos.
6º Cerrajero, negro y de los de menor talla, también recibió el implante del fuego. Machaquito lo trasteó valientemente entre los pitones, largándole una estocada corta que acabó con el marrajo… y el público se echó espontáneamente al ruedo para abrazar a Machaco.
El éxito de esta función benéfica, aunque la entrada fue floja por el inclemente clima, despertó en los ediles portuenses el deseo de repetirla, pero en la próxima ocasión serían los beneficios para el Hospital de San Juan de Dios de la ciudad. Con ello, y aunque sólo fuera en alguna ocasión, volvían las cosas a su lugar de origen, ya que como señalamos en anterior lugar, que el motivo o principal estímulo para la celebración de fiestas de toros en el Puerto no era otro sino el de favorecer la obra pía del Hospital de Providencia de Nuestra Señora de los Milagros, establecimiento que dio origen al hoy extinto San Juan de Dios, en el que nacieron Alicia y Alejandro, hijos de este autor.
Pero don Manuel Martínez Alfonso no le dio importancia al hecho de que en palcos a derecha e izquierda del de la presidencia tomaron asiento jefes y oficiales de los buques de Guerra de las Armadas francesa y alemana fondeados en la bahía gaditana; que el palco regio lo ocupaban también miembros de la Armada española de los buques que se hallaban en el Caño del Arsenal de la Carraca; y que el señor Alcalde, don Luis Portillo invitó a los marinos aludidos a que pasaran al antepalco presidencial, donde estaba preparado el lunch servido por el señor Quirós de La Mallorquina, de San Fernando. Fue espléndido el obsequio, y los agasajados alzando sus copas tuvieron frases muy aleccionadoras para España, para El Puerto de Santa María y para el señor Alcalde, por sus finas atenciones.

413.4 Cerrajero:
Con el sugestivo apodo de el Paquiro, aparece en la Tauromaquia Adolfo Ávila Ramírez -para emular sin duda al gran Francisco Montes -, matador de toros nacido Chiclana de la Frontera (Cádiz) el (27-10-1941), que confirmó su alternativa en la Plaza de Toros de Madrid, el (17-09-1966), apadrinado por Antonio Sánchez Fuentes, con Gregorio Tebar ( el Inclusero) de testigo de la ceremonia, que le cedió la muerte del primer toro, de nombre Cerrajero, de pelaje negro entrepelado, herrado con el número 492 y con 409 kilos de peso vivo, de la divisa de don Arcadio Albarrán, como todos los del encierro. Abrió plaza el rejoneador Curro Bedoya y el nuevo doctor le cortó una oreja a su primer enemigo.



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