Daniel Pérez Lorenzo
Daniel Pérez LorenzoAficionado |
03 Septiembre 2015
¿Quo Vadis, Plaza Real?
Hubo un tiempo en que dos románticos del toreo, ni siquiera anunciaban una temporada a bombo y platillo, con montaje audiovisual y en un entorno tan bello como el castillo de San Marcos. Esos dos personajes montaban los carteles de semana en semana. Solían poner a los triunfadores de Sevilla y Madrid y sacaban todas las semanas un cartel a la calle con miles de copias que se pegaban por toda Andalucía. Remataban carteles como pocos empresarios saben hacerlo y se inventaron un incentivo para llenar los tendidos y graderíos de la plaza. Promocionaron con el 50% de descuento la adquisición del lote de entradas conjuntas y además de todo esto, en septiembre ofrecían novilladas en las que siempre alternaban jóvenes valores del entorno. A lo atractivo de los precios se acercaron muchos jóvenes a la plaza, se crearon varias peñas taurinas y numerosos trofeos, y el ambiente taurino portuense se respiraba por toda la bahía. Estos dos señores fueron Canorea y Barrilaro, y algún día El Puerto debería reconocerles, aunque fuese con un azulejo conmemorativo en algún bodegón del coso real.
Luego siguió la estela otro romántico como Justo Ojeda, que aunque no dio con el tan cacareado "toro de El Puerto" también estuvo a la altura en la composición de carteles y en asistencia de público. Ocho años estuvo rigiendo los destinos del coso portuense con una afición que se mantuvo fiel y seguía acudiendo a la plaza, aun discrepando con la presentación del ganado.
Más tarde, Serolo nos legó un edificio remozado, sin cuyas obras hoy no estaría abierto, y no estuvo acertado en materia taurina. El aficionado comenzó la estampida y la empresa se hizo el harakiri, pues la política de precios no estaba a la altura de la grave crisis que estaba atravesando el país.
Con la UTE PUERTO DE SANTA MARÍA 2014, se renovaron las esperanzas en que la plaza tomara mejor aire y se fuese recuperando, pero entre la herencia envenenada recibida y los coletazos de la crisis, nos encontramos con un panorama poco halagüeño. Si a ello sumamos los brotes negros de la fiebre anti taurina, estamos en un momento muy delicado de cara al presente de la fiesta. Y no puede pasarse por alto la postura adoptada por los mandones del escalafón taurino, con su política de altos honorarios aún a sabiendas de que la piedra es cada vez más visible en cada cita taurina del verano portuense.
Mucho dio que hablar la ausencia de novilladas en el ciclo, aunque novillos sí salieron al ruedo portuense, y dada la escasa exigencia del público portuense, casi nadie protestó. Y otro de los temas candentes fue la famosa clase práctica de la escuela taurina La Gallosina, cuya celebración estuvo en el aire hasta el último momento. Y miren por dónde, fue el segundo festejo con más público en los tendidos. Mención aparte merece el boicot al que se vieron obligados a ejercer el personal de plaza, pues según parece, y dicen las malas lenguas, hubo chantaje en los despachos lo que provocó que los becerros fuesen arrastrados por caballos de vapor en vez de las pintureras mulillas de El Puerto.
No me pregunten por el balance artístico, pues no me acuerdo de casi nada, tan sólo de un voluntarioso Castella que dio la cara en una tarde aciaga en el capítulo ganadero, tres verónicas de Morante, un sempiterno Ponce con la maestría que atesora y un Manzanares que le ha cogido el gusto a torear al son de la música de la maravillosa banda Maestro Dueñas, quizá para tapar los defectos que año tras año van acrecentándose. También es de destacar el buen encierro de Salvador Domecq con tres toreros que no estuvieron a la altura.
Tras este panorama, con tiras y aflojas entre los socios de la empresa, con una fiesta atacada por varios frentes, con unos precios prohibitivos para la mayoría de aficionados, con escasa presencia de juventud en los tendidos y con un escalafón anquilosado, sólo nos cabe preguntarnos, ¿quo vadis, Plaza Real?
Daniel Pérez Lorenz