Cuando se presentaron los carteles taurinos de la temporada 2013, nadie podía imaginar que tenían más grasa que el palo de una cucaña por la cantidad de caídas que se produjeron posteriormente. Algunas por falta de salud y otras por falta de vergüenza con el añadido de que dos corridas estuvieron a punto de ser suspendidas, salvadas a última hora gracias al sentido de responsabilida de los presidentes.

Lo de Juan Pedro y Cuvillo en El Puerto es para muchos años y un día. Los antitaurinos ubicados en las entrañas de la propia Fiesta, están echando de las plazas a muchos aficionados debido a engaños y fraudes ganaderos.

Están promocionando una tauromaquia de bombo, platillo, orejas por doquier, puertas grandes baratísimas y no digamos nada de indultos a toros cuyo mérito consiste en salirse del marco de la cotidiana falta de fuerza y bravura; es decir, de la ausencia total de la emoción que justifica la grandeza de esta Fiesta.

De acuerdo que existe un público al que le gusta esta moderna tauromaquia y hay que respetarlo; pero…¿Tan bajo está cayendo el nivel de exigencia del que siempre hizo gala nuestra centenaria Plaza Real? ¿Qué queda de lo que dijo el gran Joselito?

Los aficionados portuenses que todavía seguimos acudiendo a la plaza, aunque en minoría, nos sigue preocupando el prestigio de nuestro Coso

Rafael Gómez Ojeda.