Zaragoza. Seis toros de Peñajara, en conjunto de serio trapío y de mucho volumen, pero de muy escaso juego por su falta generalizada de raza y de fuerzas. La plaza de Zaragoza se cubrió en algo menos de un cuarto de su aforo, en el primer festejo de la Feria del Pilar.




Rafaelillo: estocada contraria y descabello (silencio); pinchazo y estocada atravesada (ovación).
Rafael de Julia: dos pinchazos y estocada honda desprendida (ovación tras aviso); metisaca en los bajos, cinco pinchazos y bajonazo (silencio tras aviso).
Gómez del Pilar: estocada (ovación); estocada delantera (vuelta al ruedo tras aviso y petición de oreja).

Entre las cuadrillas destacó la brega de Joselito Rus con el cuarto. Raúl Cervantes y Miguel Ángel de las Heras saludaron tras banderillear al tercero.

 

SÓLO FACHADA

La corrida de Peñajara que abrió el ciclo pilarista fue aparatosa y llamativa a los ojos del espectador: un encierro variado y vistoso de pelajes, con toros de mucho volumen y alzada, y de cabezas muy armadas. Es decir, una corrida con cuajo sobrado de plaza de primera, como es la de Zaragoza.

Pero después de salir de chiqueros y tomar los primeros capotazos todo se quedaba en fachada, porque, uno tras otro los toros fueron demostrando que a su espectacular "edificio" le faltaba el cimiento de la casta y de la fuerza.

Ese acusado contraste entre continente y contenido de la corrida ya se pudo apreciar con el primero de la tarde, que se vino abajo en cuanto se las vio con el picador, sin poder dar después una sola embestida completa en la muleta. Su matador, Rafaelillo, apenas le hizo un lógico trasteo de puro trámite.

El cuarto se movió algo más ante las telas del torero murciano, pero siempre reservándose cada arrancada. Esta vez Rafaelillo tiró de oficio para intentar aprovechar lo poco que le ofreció el de Peñajara, que fueron algunas pero aisladas embestidas de cierta calidad por el pitón izquierdo.

Rafael de Julia, que triunfó en esta plaza en los festejos de primavera, recibió a su primero con una larga de rodillas en la puerta de chiqueros. Fue este segundo un toro de pelo cárdeno franciscano y de muy escaso fondo con el que el madrileño puso la fibra que le faltó a su enemigo.

Sin forzarle nunca, pero embraguetándose con decisión e insistencia, firmó De Julia los momentos más estimables de la tarde, hasta que, al ponerse el torero por el imposible lado zurdo, la faena cayó a plomo. El quinto, un toro muy alto y muy largo, manseó desde su salida al ruedo y el diestro de Madrid no pudo más que fajarse ante sus constantes cabezazos.

El también madrileño Gómez del Pilar saludó a portagayola a los dos de su lote como muestra de su determinación en una de las pocas oportunidades que ha tenido este año. Pero en el primer turno no tuvo una mínima opción de lucimiento ante un inválido que rodó por la arena en varias ocasiones.

El sexto, en cambio, no se cayó sino que aprovechó su desproporcionado volumen para incluso derribar al caballo en el tercio de varas. Si en ese momento el toro pudo engañar a alguien, su verdadero fondo quedó claro en cuanto Del Pilar le abrió faena en los medios con las dos rodillas en tierra y el animal se le venció sin entrega y con una embestida muy corta.

El joven espada se dilató con él en una larga faena de esgrimista, toreando siempre sobre las piernas, para dejar clara su voluntad a un público que, en agradecimiento, le pidió una oreja que finalmente no fue concedida.

 Paco Aguado - EFE