![]() |
![]() ![]() ![]() |

La cabeza de los toreros
04 Marzo 2025El Puerto (Cádiz) Artículo de opinión de Juan M. Quiros
En estos días, el diario ABC ha publicado una entrevista de Jesús Bayort en la que hemos podido conocer la otra cara de Morante: la más personal, la más humana. Una entrevista a corazón abierto, valiente, muy valiente. En ella, el torero nos ha hablado de la terrible enfermedad que sufre, de esa lucha constante entre el artista y la persona, entre la gloria y el abismo.
Nos ha contado que, en su mente, ha llegado a rondar el peor de los pensamientos, el más oscuro: quitarse la vida. Y en medio de esa tormenta, dejó una frase que bien merecería estar escrita en un azulejo trianero: "No puedo morirme porque tengo familia y amigos que dependen de mí".
¿Qué pasa por la cabeza de quien lo tiene todo?
Desde fuera, alguien podría preguntarse: ¿Cómo puede sentirse así un hombre que lo ha conseguido todo? Fama, fortuna, reconocimiento, tardes de gloria en plazas llenas hasta la bandera… ¿No es eso lo que todos anhelan?
Pero la realidad es que el éxito y la felicidad no siempre van de la mano. La mente no entiende de trofeos ni de aplausos. Y si hay un mundo donde la presión es asfixiante, es el de los toros. Ahí no hay red de seguridad. Sales a la plaza sabiendo que un solo error puede costarte la vida. Cada tarde es un juicio. Cada pase, una sentencia.
Morante ha revelado que el tratamiento al que ha sido sometido ha sido tan fuerte que ha llegado a borrar de su memoria hasta su histórica faena del rabo en La Maestranza. Imagina lo que significa perder el recuerdo de una de las cumbres de tu carrera, de uno de esos momentos que deberían quedar grabados a fuego en el alma.
Y sin embargo, ahí sigue. Lidiando no solo con los toros, sino con sus propios demonios.
Las batallas invisibles
De esta entrevista debemos extraer una conclusión ineludible: las enfermedades mentales están más presentes de lo que queremos admitir. No distinguen entre ricos o pobres, famosos o anónimos. No entienden de éxitos ni de estatus. Son silenciosas, crueles y, en demasiadas ocasiones, invisibles.
Por eso, la empatía no es una opción, es una necesidad. Nunca sabemos qué batalla está librando quien tenemos enfrente. Cuántos Morantes hay ahí fuera, luchando en soledad, atrapados en una mente que les traiciona.
Quizás la mayor faena de su vida no ha sido con un toro, sino con él mismo.
Un torero, un hombre, una lección
José Antonio Morante Camacho nos ha dado una nueva lección. Un hombre que cada día se juega la vida en el ruedo, pero que, fuera de él, ha tenido que enfrentarse al pensamiento más aterrador para cualquier ser humano: la idea de no seguir aquí.
Ojalá la conversación sobre la salud mental deje de ser un tabú. Ojalá entendamos, de una vez por todas, que pedir ayuda no es debilidad, sino valentía.
Así lo vi y así lo cuento.
Juan M. Quiros

