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Bolívar y Ferrera a hombros, Fundi, oreja y cogida

Luis Bolivar

Bolívar y Ferrera a hombros, Fundi, oreja y cogida

19 Marzo 2009

Castellón. Quinta de feria. Menos de tres cuartos de plaza. Toros de Victorino Martín, desiguales de presentación.

El Fundi, silencio y oreja.
Pasa a la enfermería Antonio Ferrera, silencio y dos orejas.
Luis Bolívar, dos orejas y silencio.



FICHA DEL FESTEJO

TOROS:

Seis toros de Victorino Martín. Corrida cinqueña de hechuras, condición y fondo muy desiguales. Extraordinarios en la muleta el tercero y el quinto, premiados con la vuelta al ruedo. Amoruchado el primero, agresivo el segundo, pegajoso y con sentido el cuarto, manejable el sexto.

ESPADAS:

El Fundi, de tabaco y oro, leves pitos y una oreja.

Antonio Ferrera, de violeta y oro, saludos y dos orejas.

Luis Bolívar, de púrpura y oro, dos orejas y ovación tras un aviso.

INCIDENCIAS:

Tres cuartos de plaza. Soleado y fresco. El Fundi, operado en la enfermería de una cornada de 5 cms. en la submandíbula derecha. Pronóstico menos grave.
 

CRÓNICA DEL FESTEJO

Dos victorinos de vuelta al ruedo, Bolívar y Ferrera a hombros

El primer victorino de la campaña, cinqueño como los otros cinco del envío, salió rana. Ni en tipo ni cosa parecida. Cárdeno, sí, ¡y qué...!. Tripudo, al trote cochinero, muchas carnes de culata, las manos por delante y una engañosa desgana, porque se coló por las dos manos, rebañó, se frenó y buscó. Esas cuatro condiciones eran parte del código de las viejas alimañas de Victorino. Pero este torote tan de carnicería hizo todas esas cosas con estilo de morucho y no de fiera. El Fundi hizo de tripas corazón. Al encuentro cobró media estocada de categoría. Tres descabellos. Fuertes los pitos para el toro en el arrastre. Y alguno de incomprensión para el matador.

Después empezó otra película. El segundo victorino, negro, sacudido y afilado, fue de nerviosa correa. Revoltoso, de puntear agresivo en los ataques. El tercero, degollado y vuelto de pitones, negro zaino, flacote y estrecho, cuello felino y finas cañas, resultó en la muleta un toro de bandera. De nobleza, velocidad, gas y personalidad sobresalientes. Le dieron en el arrastre la vuelta al ruedo. El cuarto, de altísima cruz y basta badana, paso de pitones, destartalado el remate, entró en el capítulo de las prendas peligrosas: gazapón y pegajoso, se revolvía a mitad de embroque y tiraba tarascadas o pegaba gaitazos como ganchos de boxear. De mala nota. El quinto, de tosca apariencia e inmensa caja, hizo salida de toro viejo. Estaba más cerca de los seis que de los cinco años. Cuando rompió a embestir, sacó un son y un temple muy fuera de lo común. Por el ritmo de los viajes, humillados y repetidos con suavidad. También a este toro, de clase muy notable, le dieron la vuelta al ruedo. No sin algún voto en contra. Cerró corrida un sexto mofletudo y cabezón, cárdeno, de hirsutas greñas y costillares encuadernados. De todo un poco tuvo e hizo: de manso la manera de lamer las tablas; de bueno la forma de tomar la muleta fuera de las rayas; de incierto dos paroncitos. Con la gasolina justa, pero resistente.

Los dos toros de vuelta al ruedo se arrastraron sin las orejas. Bolívar se las cortó al tercero por la que puede haber sido su más vibrante, expuesta y redonda faena en temporada española y en feria tan de alcance como la Magdalena. Ferrera se llevó de premio las dos del quinto, el de las embestidas mollares y como danzadas. El Fundi, tan poco agraciado en el sorteo, salió ileso pero no del todo, porque en un regate le acabó prendiendo el quinto por la entrepierna, le rasgó la taleguilla por la ingle y la bragueta, le pegó una cornadita en la boca y lo molió a palos. No sabía ni coger el toro: sí defenderse a navajazos.

La gran faena de Bolívar fue de caro temple y tanto riesgo como seguridad. Los ataques del toro, que, suelto de un puyazo, había corrido con paso ligero de rata, fueron en la muleta de mucho motor, largos, prontos, casi eléctricos. Ejemplo perfecto de lo que es la casta mutante tan clásica en el toro de Victorino bueno, elástico, bravo y fiero. Sujetar con serena firmeza tan torrenciales embestidas, las de ida y las de vuelta, y gobernar los viajes por abajo sin un solo enganchón fue mérito imponente. Se trajo con toques certeros al toro en cada baza y se lo pasó muy cerca el torero de Cali, que aquí acreditó insólita maestria. La medida de la faena, de sostenida tensión, fue la justa. Como el que juega a las siete y media y se planta con la sota y el siete. No hizo falta más. Ligeramente desprendida la estocada. Pero la plaza echaba humo.

Triunfo de Ferrera
El triunfo de Ferrera fue de otra manera. Como el toro, que había escarbado y cobrado un puyazo muy trasero sin emplearse, pero que en banderillas apuntó lo que luego iba a ser su esencia: un glorioso tranco acompasado. Que pareció milagroso en toro de tan montaraces hechuras. El triunfo de Ferrera, tan atómico en banderillas como suele, fue el triunfo de la tenacidad y de la paciencia. Visto el modo de descolgar el toro, Ferrera se tomó el tiempo justo para ahormar con calma sus rizados viajes, que eran como los de las olas del vals. Ligazón en tres, cuatro y hasta cinco tandas por las dos manos, colocación, enganchados los viajes, el toro tenido en la mano. Alguna concesión innecesaria a los tendidos: pases de mirar a nadie pero como si mirara a alguien. Ningún rebote, ninguna renuncia. Un pinchazo, una estocada apurada porque el toro era casi tan alto como Ferrera y no se metía la mano así como así.

Terco hasta lo inverosímil, El Fundi se empeñó ciegamente con el toro que lo hirió. En un tú o yo que se llevó a los puntos El Fundi, pero pagando con sangre en la boca, una taleguilla desmadejada y varetazos múltiples. Muy hermosa la forma de lidiar El Fundi de salida: sacando los brazos y dominando mientras dibujaba y resistía los apretones primeros del toro. Exquisitos los muletazos cambiados con que cuadró al toro y notable la estocada a capón, ligeramente ladeada, con que puso fin al combate. La verdadera vergüenza torera. También Ferrera se peleó denodadamente con la velocidad del segundo, y no se dejó ni sorprender ni ganar por la mano. Bolívar le hizo al sexto un trabajito de los de más a menos: arranque firme, conformismo después, cierta fatiga. Como la de tener que oír un toro tras otro la primera línea de la desafinada banda de Castellón: un bombo de tortura, unos platillos, un tambor y un timbal de batería dignos del libro Guinness de las matracas. Música de barracón.

Colpisa- Barquerito



 






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