Ya era noche cerrada en La Maestranza cuando, desde el tendido alto del 12, una voz tronó como sentencia:

 

—¡Vaya petardo has traído, Cuvillo!

 

El anónimo aficionado se llevó la ovación más sincera de la tarde. Porque lo que embarcaron desde El Grullo fue de todo menos una buena corrida: fea, mansa, descastada, fuera de tipo, impresentable para Sevilla...incluso con un toro que traía una cornada en los cuartos traseros.

 

La jornada no empezó bien. Una fina lluvia caía en Sevilla desde primera hora y, a la hora de la corrida, se convirtió en un impertinente chirimiri.

Eso sí, La Maestranza volvió a colgar el “No hay billetes” para regocijo del ínclito Ramón Valencia. Dios lo quiera y esta sea la última tarde de la empresa Pagés en el coso del Baratillo.

 

De la corrida, poco que contar. Zulueta estuvo muy por encima de su lote en una tarde de mucha responsabilidad. Dejó detalles de la calidad que atesora, pero o afina con la espada o se le van a ir muchos triunfos por el acero.

 

Morante, más de lo mismo. Con un primero que fue un auténtico marmolillo, lo pasaportó en un santiamén. En su segundo, que tampoco era para tirar cohetes, lo recibió con una tijerilla de rodillas y tres chicuelinas que pusieron la plaza en ebullición. Lástima que el toro duró lo que una pompa de jabón. Eso sí, le dio tiempo de ligar una serie al natural a los sones de Suspiros de España, para enmarcar. Destacó uno de esos naturales que duró, como diría un amigo mío, “lo mismo que la noche de Reyes para un niño”.

 

Roca Rey, poco o nada que decir. Con dos toros que decían poco o nada, realizó dos faenas insulsas y sin transmisión. También hay que reseñar que el peruano lo intentó de todas las maneras posibles pero, cuando no puede ser, no puede ser… y además es imposible. Muy feo, por cierto, el comportamiento de parte del público poniéndose en su contra desde que se abrió de capote en su primer toro.

 

Ya lo dijo el genial Juan Belmonte: “El que quiera más, que vuelva mañana”. O lo que es lo mismo: el que quiera ver a Morante, que vuelva el Domingo de Resurrección, porque yo —si Dios quiere— allí estaré.

 

Juan M Quiros