Carlos V. Serrano
Carlos V. SerranoInformador taurino - |
29 Agosto 2012
Entre todos la vamos a matar y ella sola se va a morir.
Terminada la temporada taurina en El Puerto y una vez despejado el patio de cuadrillas en cuanto a festejos mayores se refiere, llega el momento y con la cabeza bien fría hacer un balance de todo lo que ha acontecido y lo que pudo acontecer en el coso del Ejido de San Francisco, hoy Plaza Real.
Muchos son los aspectos taurinos y extra-taurinos que hay que analizar, todo ello en aras de dar a conocer lo que una inmensa mayoría de aficionados y no aficionados han observado en el transcurso de la mini temporada que acaba de finalizar, para en la medida de lo posible se pueda subsanar en el futuro, todo ello encaminado a potenciar aún más la Fiesta y el prestigio taurino de la ciudad.
Un prestigio taurino que se va deteriorando año tras año, por la falta de un buen planteamiento de las temporadas. La mítica frase que dijera en su día Joselito El Gallo, “Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros”, se está quedando desfasada. Ver una buena corrida de toros actualmente en El Puerto, tiene las mismas posibilidades de que te toque la primitiva.
En definitiva, no vamos a entrar en volver la vista hacia atrás, lo pasado pasó, ya se ha debatido en múltiples ocasiones, ciñámosno al momento actual, e intentemos por todas las partes interesadas en llevarla al lugar que en ningún momento debió de salir.
La temporada ya se presentó con mal pie. Subiéndonos al tren de la “crisis”, nos ofrecieron, con el beneplácito del arrendador, una programación basada en las “rebajas de verano”, menos festejos de los fijados en los acuerdos y sobre todo dejar la plaza cerrada para celebración de festejos taurinos durante todo el mes de Julio. Esto último, se da la circunstancia que hacía 48 años que no se daba esta situación.
Poco público se ha dado cita esta temporada en El Puerto, a excepción de los festejos celebrados los días 5 y 19 agosto, que tuvieron una muy aceptable entrada. Los restantes, no se ha cubierto ni siquiera la media plaza, en algunos de ellos estábamos en familia. Ni siquiera la corrida goyesca que presidió SM El Rey D. Juan Carlos tuvo aliciente para atraer público a la plaza. La política de precios debe ser analizada minuciosamente para el futuro, si no queremos ver nuevamente el cemento de los tendidos del centenario coso. Una prueba de ello es el precio de las localidades de la corrida nocturna de rejones, donde el precio de un tendido de sol, era superior en un 20% al tendido de sol de una corrida del abono. De esta forma no se consigue llevar al público a los toros, sobre todo a la juventud, para la que no existen localidades en la actualidad en esta plaza.
En el aspecto ganadero seguimos todavía buscando el toro idóneo para esta plaza. Este es entre otros, el caballo de batalla de esta plaza. Años tras años venimos reclamando la presencia de un toro con opciones de embestir, pero no llega.
Lo único que se me ha quedado en la retina de los toros lidiados, el sobrero lidiado por Pérez Mota de Martelilla y, la novillada de este mismo hierro, que sirvió para que la terna ofreciera todo los conocimientos aprendido en su corta carrera, aunque no supieron aprovechar sus buenas condiciones. El resto, a mi criterio, ha sido de escaso nivel marcado por la ausencia de poder, agresividad y raza de las reses lidiadas.
En el apartado artístico todo se vino abajo por la ausencia obligada de José María Manzanares en el que estaba basada la temporada portuense, sobre todo en el mano a mano con Morante de la Puebla convertido al final en una terna con Finito de Córdoba y Miguel A. Perera.
Si analizamos detenidamente lo sucedido en el ruedo poco podemos destacar. Cuatro veces se abrió la puerta grande para el toreo a pie, dos de ellas un poco descafeinada, la de El Cid y Miguel A. Perera, no así la del incombustible Padilla y la de Manuel Jesús Pérez Mota, torero este que sorprendió a todos por su manera de concebir el toreo , y el que necesita una mayor atención.
El otro acontecimiento de la temporada, fue la corrida del Bicentenario de La Pepa presidida por S.M. El Rey D. Juan Carlos I, aparte de dejar una mala impresión por la escasa asistencia de público, también en el plano artístico dejó mucho que desear por la falta de raza y de poder del ganado lidiado, dando al traste con los deseos y las ilusiones tanto la de los profesionales como la de los aficionados, a pesar de abrirse la puerta grande para Hermoso de Mendoza y Perera.
El otro festejo donde debió participar Manzanares cuya plaza fue cubierta por Morante de la Puebla, despertó gran expectación por parte del público. Una vez más el jerezano Padilla recibió el calor de sus paisanos llevándoselo en volandas una vez cortada las orejas de su segundo enemigo.
Este festejo fue el elegido por los Ayuntamientos de El Puerto y Chiclana para rendir homenaje al maestro Emilio Oliva Fornell al cumplirse el 50º aniversario de su alternativa en esta misma plaza. Lamentablemente este hecho pasó desapercibido para los matadores que intervinieron en el festejo, que no tuvieron la delicadeza de brindarle un toro, o al menos hacerlo salir al albero. Previamente fue descubierto un azulejo recordando el hecho, colocado en el lugar menos idóneo para ello.
En definitiva una temporada que ha finalizado con más pena que Gloria. Hay tiempo suficiente antes que comience la próxima, para ir subsanando errores y que la Plaza Real de El Puerto sea lo que antaño fue, porque como sigamos así, entre todos la vamos a matar y ella sola se va a morir.
Carlos V. Serrano