Juan José Zaldivar Ortega

Juan José Zaldivar Ortega

Dr. en Medicina veterinaria y zootecnia

20 Diciembre 2006

La cataluña antitaurina olvida su pasado

A Renaud de Vilbac, músico francés, nacido en Montpeller (1823-1884), organista de la iglesia de San Eugenio de París, le debemos la ópera «Don Almanzor», la que canta algunas de las brillantes gestas célebre caudillo árabe Abuanir Mohamed, descendiente de la tribu yemenita de Moafír e hijo de un distinguido teólogo y jurisconsulto (914-1003). Almanzor significa «invencible», «vencedor.» Siguió la carrera de su padre en la famosa Aljama o Universidad de Córdoba, pero sin recursos, se vio obligado a instalar una oficina en la puerta de palacio, ofreciéndose a redactar las cartas y memoriales dirigidos al Califa.

Después fue empleado subalterno del tribunal de Justicia de Córdoba, y el año 967, por mediación del visir Moshafi, obtuvo el cargo de administrador de los bienes de Abderramán III, hijo y heredero de Alháquen II. Tenía entonces Abuamir Mohamed veintiséis años, y de tal modo se captó las simpatías de la sultana Sobh, vascongada de nacimiento, que por su recomendación le nombró Alháquen II administrador de sus bienes e inspector general de la moneda. También el rey de Asturias y León, Don Fruela I, se enamoró de una joven vasca, llamada Munia o Nuña, y la tomó por mujer en ocasión en que fue a Vasconia a sofocar una rebelión.

Tan cumplidamente desempeñó esos cargos, que en el año 968 obtuvo los de curador de herencias vacantes, cadí de Sevilla y Niebla y administrador de los bienes de Hixem, que por muerte de su hermano Abderrahmán III era el heredero del trono. En el año 972 fue nombrado jefe de la policía de Córdoba y poco después pasó a Mauritania con el empleo de cadí y la misión de vigilar la administración del ejército.

Proclamado califa Hixem II, Moshafí tomó el título de «hachib» o primer ministro y Abuamir fue nombrado visir. Por entonces los cristianos hacían frecuentes algaradas, incursiones o «morismas» por territorio musulmán, llegando a veces hasta las mismas puertas de Córdoba, y como Moshafí no se atrevía a ponerse al frente del ejército, se resolvió Abuamir a ello, aunque era hombre civil, con propósito de aventajar a su rival Moshafí. Con referencia a las algaradas de los cristianos, resulta de interés señalar cómo en la milicia antigua existió un cuerpo de tropa formada por soldados escogidos y muy diestros en la guerra de guerrillas, llamados por los musulmanes Almogávares, que se empleaban en hacer dichas algaradas y correrías por los territorios ocupados por los árabe en España, que eran muy temidas.

En un principio se trataba de hombres del campo que, junto con otros y formando tropas o soldadescas, entraban a correr tierras enemigas. Pero, históricamente se llamaban así los soldados catalanes que se distinguieron por su intrepidez y sus conquistas en Grecia durante la Edad Media. Impetuosos en la pelea, se servían poco de armas arrojadizas, manejando con singular destreza la espada y la lanza, las que antes de combatir golpeaban contra los escudos y contra las piedras diciendo: ¡Despertad ferro, despertad!.

Así como en Cataluña existieron los Almogávares de a pie –entonces no había dinero para más, en una región que jamás fue reino como Aragón y sí un simple viejo Condado-, en Castilla y sin duda desde la época de El Cid Campeador, se desarrollaron los Almogávares de a caballo, de condición tal vez superior a la de los infantes. La realidad, para centrar el tema, que estos almogávares terminaron obligando al caudillo Almanzor, como se verá seguidamente, a marchar contra Cataluña y destruir la ciudad de Barcelona, por el odio que les tenía, y el año 985 emprendió la campaña contra Cataluña, derrotó al conde Borrel II, y el 6 de julio tomó e incendió la ciudad de Barcelona… ¡Cómo han cambiado las cosas! Mil años después un cordobés, apellidado Montilla, que no le llega a la suela del zapato al árabe Almanzor, parece quiere reparar el daño del Caudillo.

¿Cuáles serán las razones para ese ancestral odio a Cataluña y, concretamente, a Barcelona? ¿Qué hacen los catalanes –tal vez no sean ellos, si no los criollos de padres de diversos orígenes los culpables- para hacerse acreedores a ese odio? Tal vez como los vascos, que agrupados en simples minorías, se declaran tener una esencia diferente al resto de los españoles. ¡Para qué más! Y eso ya se percibía hace mil años y hasta hubo personajes, como Ahmed Ben Jatab, magnate árabe, famoso por su generosidad, de quien se cuenta que cuando Almanzor se dirigía con su ejército a Barcelona para destruirla, mantuvo espléndidamente a todos en su palacio de Tadmid, donde residía, durante veinte días, con la circunstancia de que los baños dispuestos para Almanzor y sus generales se llenaban siempre de agua de rosas.

Barcelona, que tiene en su Gobierno más de un destructivo Almanzor, sólo que picado de izquierdas, se quedará sin corridas de toros a partir de la temporada de 2008, por el hecho de que la Fiesta Brava es española. Un concejal republicano pretende que la plaza se convierta en sede del mercado de Encantes. Urge que todos nos apresuremos a fomentar lo mucho que nos une a todos los españoles y a desterrar los odios que nos separan, porque resucitarlos y que lo hagan unos cuantos ignorantes -no la mayoría- de la historia pasada, es de una peligrosidad extrema para la estabilidad económica, social y política de España, en la que la Fiesta Brava es la manifestación cultural más democrática que haya existido nunca en nuestro querido país. ¡Se puede crear una “Alianza de Civilizaciones” prohibiendo las tradiciones ancestrales de las Naciones?

Dice la Prensa que “La empresa Balañá, propietaria de la Plaza de Toros Monumental de Barcelona, tiene contratada la temporada taurina de 2007 pero, salvo que ocurra un imprevisto, ésa será la última en la que se celebren corridas de toros en Barcelona. 2008 será ya un año sin festejos taurinos. La decisión no guarda relación con la decisión del Ayuntamiento de declarar la ciudad como "antitaurina", sino con las pérdidas que genera cada festejo. Más de 24.000 euros por corrida. La noticia llenó de satisfacción al segundo teniente de alcalde, el republicano Jordi Portabella, que ha empezado ya a planificar usos para la plaza, de modo que la suspensión de los toros sea definitiva. Su proyecto es instalar en ella a los comerciantes de los Encantes (equivalente en cierto sentido al Rastro de Madrid), hoy situados en la vecina plaza de les Glòries Catalanes.”

¿Qué pinta en todo esto el cordobés Montilla? Paisano –Córdoba es mi segunda Patria- le invito a Vd. a que recuerde el señorío de su cuna. No creo que sea necesario recordarle que en Córdoba nacieron los tres Califas de la Tauromaquia. Le ruego que se comunique con un insigne escritor catalán, D. Fernando del Arco de Izco, y le solicite le haga llegar una separata de su singular y documentado opúsculo, titulado ”Los Califas de la Córdoba Taurina”, publicado por los Bibliófilos Taurinos de México, A. C. (México – 2003), en el que podrá leer y comprender la grandeza del pasado taurino de tres grandes cordobeses –Lagartijo, Guerrita y Manolete-, y, además, se enterará de algo muy curioso:

Esta publicación se pudo llevar a cabo gracias a una pequeña coincidencia: un día de noviembre de 2002, en el salón de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña, D. Ángel Saa, Presidente de de Periodistas Taurinos de Barcelona, le dijo a su autor: “Mira Fernando, a el Cordobés, al viejo –recalcó-, le han concedido el título honorífico de V Califa de Córdoba.” Sin embargo, Califas auténticos, que hayan sido los mejores de su época sin discusión ni duda y reconocidos por la crítica y el público coetáneo, solamente ha habido los tres antes citados.

Los tres aportaron algo nuevo a la tauromaquia: Lagartijo aportó la elegancia, que dio inicio a la transformación de la lucha entre torero y toro, en arte plástica, gracias a su arte en el manejo del capote y la muleta. Guerrita aportó su sereno dominio de las reses, su poderío absoluto, por eso dijo: “Después de mi nadie…” Y de Manolete, ¿qué les voy decir yo de esa figura sin par, nacida en el Barrio de la Merced (como Lagartijo y Guerrita), el barrio que más toreros ha dado por metro cuadrado de superficie?, dice el buen escritor y conferencista catalán.

¿Qué puede significar tanta grandeza para un tal Portabella?, cuya decisión, tan unilateral como antidemocrática, es conocida por la alcaldía y por algunos dirigentes locales socialistas que la ven con cierta reticencia. La política del PSC en materia taurina, con sensatez, es la no intervención. Si la empresa quiere cerrar la plaza, allá ella. Se trata de una decisión de un empresario privado en la que el municipio no interviene ni para acelerar el fin de las corridas ni para mantener su celebración de modo artificial. La empresa, consultada por este diario, declinó hacer declaraciones al respecto. Un portavoz de Portabella señaló que las conversaciones "están muy abiertas" –por eso es una “puerta bella”-, de modo que es "prematuro" adelantar valoración alguna sobre el futuro de la plaza. El nombre del cordobés, para más INRI, de apellido Montilla, parece que no tiene vela en este entierro de la Fiesta Brava en Barcelona. Que a un tal Rovira, cuyos apellidos son un misterio, por no decir que se avergüenza de ellos, es lo más normal, pero a un cordobés… ¡no lo entenderé nunca!

Juan J. Zaldívar Ortega.
20-12-06




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