Juan José Zaldivar Ortega
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Juan José Zaldivar OrtegaDr. en Medicina veterinaria y zootecnia |
28 Noviembre 2005
Otro amigo que se fue
La carga de dolor se hace cada día más pesada en el alma y sacude más fuerte el corazón cuando, metidos en la recta final -y cansado tantito de una vida entregada a ejercer con indomable pasión mi profesión al servicio de los toros de lidia-, vamos viendo que uno tras otros los amigos –todos son entrañables- se nos van y nuestro espíritu lanza al espacio infinito miradas sin retorno queriendo reencontrarlos.
Sí, todos los amigos son entrañables, pero hay algunos, como nuestros sabios maestros, que dejaron nos huellas imborrables y, otros, como don Ramón Sánchez, singularísimo ganadero cordobés de toros bravos, fallecido recientemente, sobrepasó todas las marcas de afecto, apoyos y entusiasmos, en aquellos inolvidables días, de vamos para medio siglo, que al compás de abrirnos el corazón lo hacía de su preciosa hacienda Alamirilla, a un paso de la siempre recordada Córdoba, encrucijada de ensueños hechos realidad en mi destino.
La Ciencia Veterinaria Mundial le deberá siempre que, con el decidido empeño científico de ilustres profesores de la Facultad de Veterinaria, los doctores Rodríguez Delgado, Castejón Calderón y Santisteban García, pudieran realizarse en sus toros, cedidos con el cariño que siempre profesó hacia todo cuanto en materia de estudios necesitase su querida Facultad de Veterinaria cordobesa, las investigaciones y los resultados más sorprendentes que se dieron en la Ciencia Animal Aplicada a lo largo del pasado siglo. Decenas de encéfalos de toros bravos fueron recorridos con finísimos electrodos para configurar un mapa cerebral, determinándose los puntos donde parten la mayoría de sus movimientos y descubrieron lo buscado con insospechado anhelo: ¡el lugar donde están instaladas y parten las órdenes de acometida de los toros bravos!
Paralelamente, en aquel famoso cortijo, don Ramón permitió que se realizasen cuantas pruebas fueran necesarias para poner a punto la aplicación de inyecciones a distancia, la tranquilización de los toros, que al día de hoy les ha salvado la vida a miles de ellos, sin peligro alguno para los profesionales veterinarios y empleando un sistema más humano en su tratamiento médico.. Fue de tal importancia su colaboración en aquellos avances de la ciencia veterinaria cordobesa, que estaremos en deuda con él hasta tanto no se levante un busto a la entrada de la Facultad de Veterinaria y en su recuerdo se cree una Medalla de Oro para ejemplo de ser cuya generosidad y capacidad de darse a sus amigos no tuvo límites.
Porque tuve el honor de conocerle y compartí con él muchas jornadas, junto a su hijo Ramón, que vive con nosotros en este querido Puerto de Santa María, y porque el ser agradecido alimenta siempre el alma y estimula las fibras del corazón, al menos estas sentidas líneas, que valen muy poco a lo muchos que siempre le deberé, salen al reencuentro de su recuerdo, con un ¡Adios!, amigo Ramón… ¡Allá nos vemos! y como se dice en el argo taurino, que la tierra te sea leve.
Juan José Zaldívar Ortega
El Puerto, 28-11-05

