Sergio Pérez Aragón
Sergio Pérez AragónCronista taurino |
07 Julio 2020
¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín! (y II)
La escapada de una corrida de Concha y Sierra de los Corrales de Santo Domingo, que se lidiaba el 10 de julio de 1898, generó el nacimiento de otra tradición que es el encierrillo. El ayuntamiento decidió a partir de entonces que el día antes a su encierro y lidia, los toros fueran desembarcados en una antigua fábrica de gas, hoy conocida como los Corrales del Gas, en extramuros. El traslado da comienzo sin horario fijo entre las 22,00 y las 22,30 horas, con un recorrido en sus comienzos de 440 metros que se fue recortando por distintas reformas hasta los actuales 300 m. Primero sonará un cornetín desde los Corrales de Santo Domingo, que nos indica que están dispuestos, y un segundo toque desde el Puente de La Rochapea, sobre el rio Arga, señal de que la subida amurallada está despejada. Los sonidos de los cencerros de los cabestros y de las pezuñas de los toros romperán un silencio que contrasta con la fiesta apenas unos cientos de metros hacia el Casco Viejo, así como una luz tenue que mistifica el recorrido de apenas un minuto de tiempo. Allí los toros permanecerán hasta las 8 de la mañana del siguiente día, momento el cual será lanzado el cohete que anuncia la salida de los mismos, pero antes habrá llegado el Santo……
Apenas a unos 100 metros de los Corrales de Santo Domingo, y en la Cuesta de igual nombre, todas las mañanas de encierro una imagen de San Fermín espera la salida de los toros en una hornacina cavada en el muro. A lo largo del año, excepto durante las fiestas, otra imagen del Santo luce en esta hornacina que no es la misma que los días de encierro. Esta tradición comienza en 1978, cuando cuatro mozos adquieren la figura que desde el primer día de encierro exponen en un ventanal del Hospital Militar para su oración. Derribado el edificio en 1981 la corporación municipal decide su actual emplazamiento. La imagen es custodiada por sus propietarios a lo largo del año, excepto los días de encierro que se deposita en la Casa Consistorial. Desde allí, todos los días a las 07,15 horas de la mañana recorrerá parte del trayecto del encierro hasta su hornacina en Santo Domingo. Acompañado de dos velas y los dieciséis pañuelos de las peñas pamplonesas presidirá la carrera hasta finiquitada y de vuelta al Consistorio. Previo a que los toros enfilen la Cuesta, esto es a las 08,00 horas, por tres veces (07,55/07,57/07,59) los mozos cantarán:“A San Fermín pedimos por ser nuestro Patrón nos guíe en el encierro dándonos su bendición. ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!” “Entzun arren San Fermín, zu zaitugu patroi, zuzendu gure oinak, entzierro hontan otoi ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!. La estrofa es parte del himno de la peña La Única (1903) la más antigua de Pamplona, que desde 2009 se canta en castellano y en euskera. Tras el último cántico y el cohete que anuncia la salida de los toros vendrán gritos, carreras, jadeos, empujones, caídas, revolcones y mucha emoción hasta su llegada a la plaza de toros y corrales.
En todos sus años de historia, los encierros cuentan con 16 fallecidos (14 por cogidas, 1 por traumatismo craneoencefálico y otra por aplastamiento), la mitad a la entrada en el callejón, en dos fechas con doblete, 10 de julio de 1947 y 13 de julio el 80.
El encierro más largo tuvo lugar el 11 de julio de 1886 que duró seis horas y media, desde las 06,00 hasta las 12,30 horas al quedar emplazado un toro que finalmente tuvo que ser atado y arrastrado a corrales de la anterior plaza a la actual. El más veloz el 11 de julio de 1997 cuando los toros de Jandilla hicieron el recorrido en 1,45 minutos.
Otro de los momentos más delicados del encierro son los montones en el callejón, pasillo de 3,5 metros de ancho por 25 de largo bajo los tendidos de la plaza. Los más dramáticos tuvieron lugar el 7 de 1922, 9 del 75 (al año siguiente se estrenan las gateras de refugio), 8 del 77, 12 de 2004, y el último el 13 del 13 al cerrarse una de las hojas de la puerta que separa el callejón del ruedo.
Tan singular como intangible, pero siempre muy presente, el Capotillo de San Fermín, como se conoce la intervención milagrosa del Santo ante las mil y una circunstancia de peligro que tienen lugar durante el encierro.
Es raro el año que alguna anécdota o curiosidad no tiene lugar durante los encierros como la acaecida en 1978 cuando un corredor rodeado por los toros llego a introducirse hasta en los corrales; o el toro de José Escolar el 11 de julio de 2015 que apenas recorrió unos metros para darse la vuelta y volver a los Corrales de Santo Domingo, de donde fue conducido a los del Gas y en camión a la plaza.
A lo largo del siglo XX tres suspensiones han tenido lugar: la primera durante la Guerra Civil los años 37 y 38; la segunda el 8 de julio de 1978, cuando tras la corrida de toros de aquella tarde las peñas bajaron al ruedo y desplegaron una pancarta donde pedían amnistía para presos lo que promovió fuertes enfrentamientos con la policía nacional, entonces grises, que continuaron por las calles de Pamplona hasta que una bala perdida acabó con la vida de Germán Rodríguez y las fiesta suspendidas; por último tras el asesinato el 12 de julio del 97 del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco.
En el presente siglo, en el 2020, la crisis sanitaria por la pandemia de la enfermedad del COVID-19 provocó la total suspensión de las fiestas, comunicado curiosamente por un concejal en funciones de alcalde al encontrarse el titular Enrique Maya convaleciente por el virus.
Las Fiestas en honor de San Fermín están universalmente reconocidas y visitadas anualmente por miles de turistas de todos los países del mundo, pero muy especialmente estadounidenses. Esto se debe al dramaturgo y Nobel de literatura (1954) Ernest Hemingway, quien las inmortalizó en su novela Fiesta (1926), un amante de los Sanfermines y de frecuente presencia entre los años 1924 y 1959. La obra, además tuvo una versión cinematográfica con el título de The Sun also Rises (1957) protagonizada por Ava Gardner, Tyrone Power y Errol Flynn. La lista de eminentes visitantes sería interminable, pero por citar a otros dos paisanos y enamorados de las fiestas al polifacético Orson Welles y al también dramaturgo Arthur Miller.
Sin duda, el alma mater de los Sanfermines son las peñas. Estos grupos de amigos constituidos en entidad dan vida, color y ambiente en las calles así como al tendido de sol de la plaza de toros donde la música de las charangas, las viandas y el vino son protagonistas indiscutibles. Actualmente son 16, la más antigua La Única fundada en 1903, que se diferencian por el color de su vestuario, el pañuelo en la mayoría de los casos rojo excepto dos azules y uno verde, pero sobre todo por el escudo.
Llegado el día 14, los mozos reunidos en la Plaza del Ayuntamiento cantaran a modo de despedida “pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín”. El pañuelo rojo que durante la semana han llevado al cuello a modo de homenaje al Santo por la sangre derramada en su decapitación se desanudará, y junto a una vela se depositará a las puertas de San Lorenzo, allí y desde su capilla, el hijo de Firmo custodiará su capotillo hasta unos nuevos Sanfermines.