Carlos V. Serrano
Carlos V. SerranoInformador taurino - |
15 Abril 2016
Morante de la Puebla. En él se funde personalidad,arte,genio y sensibilidad
Tenemos el convencimiento, los que lógicamente andamos siempre de enterarnos con apasionamiento de este tema, aunque desgraciadamente de difícil interpretación por una gran mayoría, de que los toros de lidia manifiestan generalmente el carácter de quienes los crían y seleccionan. La certeza de semejante apreciación es una pieza más del rompecabezas de ese gran mosaico que conforma las estrechas relaciones existentes entre el medio natural, sus seres vivos y la directa intervención de los hombres.
Pero en el centro de esas “relaciones ganadero-toro”, aparece el torero y entonces se desborda en toda su dimensión una complejidad indescifrable, una tan extraña como profunda esencia espiritual, diferente a todas las que alberga el alma humana, que es la mantendrá siempre viva la Fiesta Brava.
Si antes comentaba la figura señera de José Tomás, cuya quietud ante la muerte nos hace tiras el ánimo movido por una angustiosa emoción, sin que sepamos en verdad sea dicho, en qué tipo de torero encuadrarlo, porque es diferente a todos, la cosa es mucho más fácil si analizamos al realmente al representantes más joven del concepto más artístico del toreo –que como todos sabemos están agrupados en toreros artísticos, técnicos y de valor, pues en el cuarto grupo entran todos los demás-, ya que con su capote y muleta, tal y como de Paco Camino «meciendo acompasado y templado el capote, como pocos en toda la historia del toreo”, viene ahora Morante de la Puebla y logra con su impecable arte cautivar siempre a todos los públicos, ya sean aficionados o no, porque sus faenas alcanza la cumbre de la perfección, y eso tiene un aroma que penetra en todos los sentidos y que su toreo desprende donde quiera que se presenta.
Hay quien dice que “frente a esa realidad indiscutible resulta lógico pensar que algunos estimen que esas grandes faenas se las hace a “los medios toros.” ¿Qué tiene que ver eso con su maravilloso don de desprender el arte más puro? ¿Para qué queremos un torazo cargado de intenciones y manso si no vamos a verle regalarnos el tesoro anímico de la incomparable pureza de sus faenass?
Él lo dice: “Trato siempre de torear lo mas puro posible y al mayor número de toros para mantener una regularidad, pero siempre buscándose a uno mismo y creo que ahí es donde está la personalidad y el arte de cada torero.” Y, si importante es su arte inigualable, además, tiene un profundo sentido de la honestidad profesional y sencillez humana. Se dice que tiene el patrón de la Escuela Sevillana, pero es un modelo suyo, como lo fue el de los toreros artistas que le precedieron: De Cagancho a Paula, pasando por Antonio Ordóñez y Curro Romero, sumando en total sólo una decena fr “toreros artistas.”
Lo que hay que hacer, en verdad, es dejarse de comparaciones y dedicarse a verlo para sentir el ensueño de algo diferentes, viviendo la realidad de que una verónica, sólo una, merece pagar la entrada. Un acto de ensueño, de misticismo puro y, por qué no, de romanticismo, es inmoral ponerle precio y de ingenuo pensar que puede pagarse. Para él, “delante de un toro no se puede pensar como un ser normal... Se pasa mucho miedo, pero si quieres crear, puesto ahí, tienes que olvidarte de todo, tienes que sentirte. Es algo muy espiritual que se lleva por dentro, no se puede aprender, y salta automáticamente cuando uno se acopla con el toro.” Sin embargo, “es fusión es muy difícil, pero a veces llega y te envuelve, te introduce en el sueño de una irrealidad real, haciendo que tu fuerza espiritual interior haga el toro parte de ti. Es tal la fusión, la conjunción, que da la sensación de que no existe el peligro. Ahí es cuando realmente nace el toreo, cuando te olvidas de todo, abandonas tu cuerpo y sólo eres un alma con el toro”, como hemos leído con placer recientemente.
Carlos V. Serrano