Origen y Enigma
V - Un ejemplar único:El toro bravo
Refrescando la memoria del próximo pasado, antes de entrar en una nueva etapa de nuestro ambicioso proyecto radiofónico, creado con ilusión por nuestro compañero Serrano, los toros bravos, las reses que se lidian en nuestras plazas, son, hoy por hoy, ejemplares únicos en España, sur de Francia y en varias Repúblicas hispanoamericanas. Es, pues, nuestro país cuna natural de los toros de lidia, donde se establecieron y se acomodaron en distintas regiones, para terminar adquiriendo -tal y como se formó la variedad regional de españoles-, ligeras variaciones en su morfología exterior y, sobre todo, en su forma de comportarse en su relación con los seres humanos, es decir, en sus reacciones sicológicas y temperamentales. En definitiva, adquirieron toda una serie de características externas e internas, dependientes del medio ecológico, clima y otras variantes propias de la región ibérica donde se fueron desarrollando a lo largo de los últimos 30 mil años.
Lo que acabamos de señalar es tanto como anunciar, desde hoy, desde esta quinta entrega a Radio Puerto, como diría don Carlos Serrano, que podemos ya configurar un mapa físico, un verdadero mosaico de razas o castas de toros bravos, integrado por las distintas regiones de la Península ibérica donde a lo largo del tiempo se fueron desarrollando. Para que el radioyente de nuestro espacio taurino o el lector aficionado, utilizando las páginas de la red de Internet, pueda entender mejor, con mayor claridad y sencillez, las características de los diferentes toros de lidia que se fueron formando con el tiempo en nuestra querida España.
Castas fundacionales del toro bravo en la Peninsula IbericaAsí que, para facilitar lo más posible el estudio de ese mapa de regiones geográficas del toro bravo español, de las distintas agrupaciones o castas de reses de lidia, comenzaremos por el Norte, por la región de Navarra-aragonesa y de una gran parte de los Montes del Pirineo español, y terminaremos estudiando y analizando el toro bravo de nuestra Andalucía, especialmente los que se desarrollaron en las provincias de Cádiz y Sevilla, para entrar después de lleno en todas y cada una de las fases de su crianza. Del tipo, morfología o exterior y sicología del toro de lidia allí establecido contamos con numerosos estudios y publicaciones, mismas que han detallado las bases agroecológicas, es decir, las características naturales (altitud sobre el nivel del mar, climatología, tipo de vegetación, arbóreo –de árboles- y pastizales- que dieron lugar a la casta o tipo del peculiar toro navarro.
Analizando esas características del medio natural que ha estado actuando implacablemente a lo largo de miles de año sobre los vacunos silvestres de aquella extensa zona norteña, descubriremos las respuestas del por qué esa casta de toros bravos tiene escaso trapío, es decir, pobre desarrollo de sus astas o cuernos, de su ancestral agresivo comportamiento, su reducida talla y, sobre todo, sus características síquicas, que no son más que el resultado de su tipo de vida montaraz, desarrollado ancestralmente en un ecosistema de sierras, de clima frío y escasa vegetación, como les ha ocurrido a sus hermanos de las afamadas jacas o caballos que se crían en el Pirineo español o de los jabalíes.
Este tipo de toro, tan diferente al auténtico toro de lidia que tenemos en Andalucía, al ser criados en una extensa región montañosa, se hace más corto de tamaño, más chico y vivaz –los científicos dicen a este tipo de animales, que son acrondroplástico o elipométrico-, que les ayuda notablemente a desplazarse con inusitada rapidez, ante cualquier peligro, aunque de mucha sangre y astuta fiereza, que les hacía temibles cuando atacaban a sus enemigos, entre como es lógico estaba el hombre; así que, su falta de trapío y de envergadura corporal están compensado por su temperamento; pero al modernizarse el toreo, esas características imposibilitaron el que siguiera conservándose la casta en su pureza, pues eran rechazados los toros en las plazas debido a su pequeñez y, por qué no decirlo, a sus malas intenciones. Toros con esas características, de reacciones rápidas, dieron cuenta de la vida de muchos toreros, el primero, históricamente, fue Pepe-Hillo, que sentía temor hacia ellos y casi presentía que algo le sucedería. El tiempo le dio tristemente la razón ya que el toro Barbudo, de casta navarra, le mató sin piedad en el ruedo. Y el último Joselito, por el toro Bailador, en Talavera de la Reina.
En las citadas adversas condiciones naturales antes señaladas, hasta los ganaderos más encariñados con tan singulares animales, no tuvieron mas remedio que hacer cruzas, para contrarrestar dichos defectos de talla y trapío, y produjeron a veces excelentes productos, pese a que el ganado de toda esa extensa región montañosa era supuestamente de raza céltica y no mediterránea, como las castas de toros bravos de Andalucía. Sus caracteres diferenciales eran tan fijos, es decir, eran genéticamente tan puros que, aunque se trasladaran a otras naciones y viviesen alejados de su medio natural original, perdurarían con insistencia...
Para poner todo esto más claro, hay un ejemplo tan real como histórico. Los primeros toros de lidia que llegaron al Nuevo Mundo con los españoles, fueron de casta Navarra y con ellos se formó la primera ganadería del Nuevo Mundo, llamada de Atenco, en el sur de México y que ha perdurado con crédito hasta nuestros días. Pero ese reducido tamaño nada tiene que ver con los minitoros que algunos ganaderos, muy pocos, consiguen a base de hacer pasar largos períodos de hambre a las vacas, de las que nacen becerros esmirriados, muchas veces pequeños e inofensivos de armaduras –los llamados minitoros-... «unas defensas que ya las quisieran para su uso particular la mayoría de las babosas que se lidian en el coso madrileño», decía Luis Carmena y Millán, en su libro Estocadas y pinchazos.
El célebre don José Daza describe al toro navarro, diciendo: «Aunque son pequeños, en bravura y astucia son demasiado grandes; que los picadores que sin experiencia los ven tan menudos, les llaman torillos de Navarra; pero que después, con el escarmiento, les llaman señores toros...», si bien, su reducido tamaño, les permite afianzarse muy bien con sus extremidades al suelo y ejercer mucha fuerza en los combates. Prueba de ello fueron toros como Generoso, de Lizaso, que lidiado en Cartagena (España) el (06-08-1876), en cuarto lugar, recibió 25 puyazos y fue estoqueado por Frascuelo.
A la pequeñez corporal a esos toritos les asisten virtudes biológicas: gran agilidad y destreza en sus movimientos, no de otra forma puede creerse lo sucedido en la plaza del Ayuntamiento de Pasajes (Guipúzcoa), la tarde de (15-08-1858), donde estaba instalada una plaza de toros portátil, en la que un toro navarro, que llevó el nombre de Almirante, se saltó al callejón y salió del ruedo, penetrando ante el asombro de todos en la Casa Consistorial, para seguidamente subir las escaleras, asomándose a uno de los balcones... haciendo honor a su nombre, en su improvisado Almirantazgo, pasó revista a los barcos de su Armada brava fondeados en la bahía Guipuzcoana. Los vascos tienen esa sangre brava, lo mismo para la nobleza que para el crimen, como la mayoría los seres humanos. Y usando el mismo balcón, en la próxima entrega finalizaremos los datos sobre la casta de toros de Navarra, para pasar, tras dos entregas más, a la casta de Castilla.