Cantalejo (Segovia). Con lleno en los tendidos se han lidiado toros de Sánchez Arjona, desiguales de presentación y de juego.

Uceda Leal, oreja y ovación.
Morante de la Puebla, ovación y dos orejas y rabo.
Miguel Ángel Pereda, oreja y ovación.

Poco necesitó José Antonio Morante de la Puebla para alborotar la plaza de Cantalejo en la tarde de ayer. Le bastó el quinto de la tarde, un ejemplar justo de fuerzas, acortando sus embestidas y regateando esfuerzos, en lo que fue la nota predominante del encierro. Sin embargo, el diestro salió decidido a no irse de vacío y lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas, que calentaron al público. Verónicas de gran gusto, revolera, y ya estaba armado el lío. Continuó su recital capotero llevando el toro al caballo con una serie de chicuelitas al paso, desmayadas, rematadas con una serpentina.

Tras el encuentro con el picador, el público pidió a Morante que colocara las banderillas, y el andaluz clavó dos pares al cuarteo y unos al cambio, éste de mayor emoción, pese a que no logró clavar los arponcillos. La plaza ya era un clamor.

Comenzó la faena de muleta con una serie corta pero profunda, con la mano derecha, rubricada con un largo pase de pecho. No obstante, el toro fue acusando su falta de motor, por lo que Morante midió los tiempos y perdió pasos ante el animal. Con la mano izquierda, la voluntad del matador fue robando muletazos de uno en uno. Adornos, desplantes, chulería torera. Una estocada atravesada y algo perpendicular le sirvió para cortarle las dos orejas y el rabo y salir el triunfador. A la entrega de esos trofeos, los tendidos se arrancaron con palmas de tango, entregados a Morante. Hasta un cante flamenco dedicó un espectador al diestro; otro más lejano no pudo reprimir un «Morante, gracias por hacernos sentir».

No tuvo igual suerte en el primero de su lote, que reponía mucho su embestida, lo que obligó a Morante a perder pasos, dificultando la ligazón de los pases.
También gozó de un lote desigual José Ignacio Uceda Leal, siendo mejor el que abrió plaza. Con él, el torero madrileño pudo bajar la mano con la mano izquierda, sobre la que basó su faena. Trató de taparle los defectos que se manifestaron en forma de protestas y cabezazos.

El cuarto toro se lesionó en una mano, quedando inválido para la lidia hasta el extremo de tener que ser apuntillado en el ruedo. Con el sobrero, poco pudo hacer.

Miguel Ángel Perera hubo de enfrentarse al peor lote. En el tercero, trató de ligar alguna serie 'tragando paquete', con la mano derecha. Tampoco emocionó el astado por el pitón izquierdo. Así, el extremeño trató de aportar el picante que le faltaba al toro, dejándose llegar la cornamenta hasta casi rozar su taleguilla. Menos fuerza demostró tener el que cerró el festejo, haciendo imposible el lucimiento de Perera, pese a su disposición. Ni quiso ni pudo el toro. No obstante, el público reconoció la voluntad.

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