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Un milagro llamado Morante
29 Mayo 2025El Puerto (Cádiz) Artículo de opinión de Juan M Quiros
Lo que vivimos ayer en Las Ventas del Espíritu Santo fue un suceso reservado solo para el Rey de los toreros. Para un genio. Para un artista irrepetible. Para alguien al que Dios le colocó el compás y la mesura en las yemas de los dedos.
Que un personaje indigno sentado en el palco le negase una oreja de manual —dos, si el toro hubiera caído antes—, es lo de menos. ¿Qué importa eso cuando lo que se esculpió en el ruedo venteño fue un derroche de torería, arte y compás, con los duendes y las musas revoloteando en el aire?
Si ustedes entienden de tiempo, explíquenme cuánto duraba cada verónica. Porque a mí, en cada una, me cabía una vida entera. Eran eternas. Detuvieron las agujas del reloj.
Y si con el capote bordó el toreo, con la muleta hizo crujir los cimientos del coso de la calle Alcalá. Una faena de pellizco, de hondura, de detalles. Poniendo el cuerpo donde otros solo ponen la muleta. Entregado, arrebatado, cruzándose al pitón contrario, dando el pecho con verdad.
Después de ver lo que vi, apagué la televisión y salí a la calle a darle pases al viento. En veinte minutos vi todo lo que necesitaba ver. Al Dios del toreo toreando como los ángeles.
Una lástima que la espada, aunque entera, quedara algo atravesada. De no ser así, la Puerta Grande de Las Ventas se habría abierto de par en par para el torero más grande que ha dado la historia del toreo.
Morante de La Puebla. Y sanseacabó. Porque después de ti, “naide”.
Juan M Quiros

