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Triunfo al valor y la entrega de Francisco Montero en Villaseca de la Sagra
10 Septiembre 2019Villaseca de laSagra. Seis novillos de Monteviejo. Bien presentados. Noble y manejable el primero. Con menos entrega y clase en el resto.
José Cabrera, silencio y silencio.
Cristóbal Reyes, silencio y silencio.
Francisco Montero, que sustituía a Máxime Solera, oreja y oreja.
En cuadrillas, saludó tras banderillear al sexto Daniel Sánchez.
La plaza rozó el lleno en los tendidos.
Finalizó la vigésima edición del Alfarero de Oro en Villaseca de la Sagra (Toledo), y lo hizo con sorpresa, ya que el último novillero actuante, Francisco Montero, forjado en las capeas, causó sensación y emocionó con su valor y entrega.
El tercero pidió papeles a Francisco Montero y a toda su cuadrilla. El de Monteviejo ofreció tanto ímpetu como falta de ritmo y entrega. Sí derrochó, precisamente, entrega Montero, quien estuvo a merced de la cogida en varios momentos en los que el novillo arreó de manera intempestiva y casi caótica.
Fue realmente emocionante ver al novillero plantar cara a su antagonista, aun a sabiendas de que el lucimiento estético era misión imposible. Se tiró a matar con decisión y agarró una buena estocada entera arriba de la que el de Monteviejo salió rodado, provocando una reacción de gran intensidad en los tendidos, que pidieron las dos orejas, aunque el premio quedó en una.
Montero renovó su conexión con los tendidos al recibir al sexto a porta gayola con el capote de paseo, y la mantuvo en una faena de muleta vibrante y entregada, aprovechando la inercia de las arrancadas iniciales para llevar todo lo largo que pudo al novillo, que tuvo muchas teclas que tocar, destacando una buena serie por el pitón derecho.
Firmó una obra imperfecta pero de gran emoción con una estocada baja, que no impidió la concesión de una oreja que le abrió la puerta grande.
Se dejó bastante el primero de Monteviejo, aunque embistiera a media altura y no se rebosara demasiado. Sin embargo, tuvo nobleza y temple, condiciones ambas que no sirvieron para que la faena de José Cabrera tomara vuelo en ningún momento, poniendo voluntad pero sin explotar esas virtudes con brillantez ni ajuste. Dejó una estocada entera trasera tras pinchar.
Nos quedaremos con la incógnita de lo que podría haber dado de sí el cuarto. Al noble novillo de Monteviejo le quitaron las telas -sobre todo la muleta- de la cara con celeridad, sin esperar a que la metiera y sin alargar sus embestidas debidamente, desarrollando a peor en el tramo final de faena, acabando con él su matador, un dubitativo José Cabrera, al segundo intento.
El segundo fue un novillo incierto, mirón y que se lo pensó mucho. Ante él, Cristóbal Reyes anduvo decidido desde el saludo a portagayola hasta una meritoria faena de muleta que no pudo tener momentos de belleza plástica, pero sí de plausible aguante e, incluso, algún natural mecido tirando del de Monteviejo a cámara lenta hasta el final.
Emborronó su labor pinchando muy bajo por partida doble, y dejando una estocada entera igualmente defectuosa.
El muy astifino quinto se arrancó con alegría al peto en el segundo puyazo. Cristóbal Reyes expuso ante un novillo con peligro, que iba metido en la muleta durante la inercia de las dos primeras arrancadas, pero que a continuación se lo pensaba y ponía a prueba la firmeza del novillero, que finalmente evitó la voltereta. Pasaportó a su oponente a la segunda de entera desprendida. EFE