Cartagena de Indias. (Col)  3 Enero. Corrida Goyesca. Medio aforo. Toros de Alhama de bonita presentación, pero escasos de bravura. Toro del Capiro para rejones, extraordinario premiado con la vuelta al ruedo.




El rejoneador Andrés Chica, palmas y dos orejas.
Juan Antonio Ruíz “Espartaco”, palmas y oreja.
Sebastián Castella, dos orejas y palmas.
Luis Bolívar, palmas y silencio.

Solo la magia de una ciudad encantada como Cartagena puede brindar en una noche de luna llena la inmensa toreria de un maestro mayor que peina hilos de plata, Juan Antonio Ruiz "Espartaco" , el temple y el saber del oficio de Sebastián CASTELLA, la enjundia juvenil de Andrés Chica y la serenidad de Luis Bolivar que se llevó el peor lote, de esos que de verdad no dan la mínima opción.

Corrida Goyesca para tributarle en la distancia un homenaje caribeño al genio de Fuendetodos que le dio categoría de arte a la tauromaquia con sus aguafuertes y le permitió contar parte de la historia del toreo de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX.

Pasó fatigas el maestro de Espartinas con el peligroso primero, " un toro de corral". Su segundo tuvo un pitón derecho por donde el toro humillaba. Y quien " tuvo retuvo". El cincuentón toreó despacito, templadito, bajandole la muleta, deslizando con las muñecas el engaño. Un puñado de muletazos (7) bellos , limpios, adosados de sabiduría. De esos que quedan en el rincón de los afectos del aficionado. Le concedieron una oreja tras haber vivido la angustia antes de vestirse de luces para esta corrida solo por el amor al país que lo recibió cuando apenas tenía 13 años y se formó de beccerrista entre " chavales " colombianos que al igual que él soñaban con faenas cumbres y la gloria que pocos, incluido él, alcanzan.

"Con el primero tuve mucho miedo por el peligro que llevaba en su brusquedad y violencia , me sobrepuse en el segundo y aunque no redondeé una noche de esas de cotas altas, me siento feliz de haber vuelto a Colombia convencido de que estoy para festivales pero no para vestirme de luces. Por este país bien vale la pena haber pasado tanto miedo", me dijo el maestro al termino de la lidia del cuarto y respirar hondo en el callejón junto a su angustiado padre que pasó un quinario. Gruesas gotas de sudor curzaban su rostro y por primera vez la sonrisa franca tras la lidia de los herederos de Juan Pedro en versión criolla.

Una oreja paseada con amor, con rabia, con pasión como si hubiera sido la primera de una carrera brillante que ya concluyó.

Sebastián Castella en su primero se ha inventado una faena de trazo fino, de temple, de no violentar al toro, de darle la lidia firme sin acosarlo, de los tiempos y las distancias. No abrigabamos esperanzas con el comportamiento del toro enel capote pero Castella posee una tauromaquia en la que es capaz de navegar solvente con la firmeza de un capitán naviero. Es el típico descubridor de ese fondito de un toro, lo cultiva, lo mima, lo acaricia y crea una obra de una esbeltez prístina. Dos orejas.

Su segundo no humilló, se frenaba, la cara alta, sin clase. Dignidad. Palmas.

Luis Bolívar tuvo dos parejos en mansedumbre y sin calidad que se vinieron a menos. Lote de esos negado. Solo su toreria salva el compromiso de matar dos toros que se van derrumbando lentamente, sin atenuantes.

El joven Andrés Chica que tuvo un primer toro del Capiro bueno para el de a pie ( cuando los subalternos le pegaban el capotazo iba de maravilla ) pero en el caballo, distraído, pegando arreones de manso.

En el de regalo estalló ese gran torero a caballo que ya va siendo una realidad. El toro, bien hecho, fue un colaborador eficaz, pronto, galopando, y surgió la lidia , limpia, sin manchones, con gracia, colocando banderillas en todo lo alto y al estribo. La faena fue acompañada de los Olés y tras clavar el rejón de muerte con seguridad, las dos orejas y salió en hombros con Castella.

Espartaco salió a pie con Bolivar pero los dos, cada uno desde sus historias honraron la más bella profesión, la de toreros. Y en Cartagena, la de piratas y ensoñaciones, la del "tuerto " López y Obregón, esta ciudad de héroes y patriotas a la que quiso venir Cervantes el ilustre hacedor de la novela moderna y la Corte se lo impidió....

Me acordé de Don Rafael Ortega, de Antoñete, de los Bienvenida, de Girón que toreando de mayores refrescaron con su juvenil alegría un arte tan antiguo como el toreo.

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