Valencia. 24 Julio. Festejo nocturno. Seis toros de Las Ramblas, de muy buena presencia, con remate y ofensividad en las cabezas. Corrida dispar pero de gran interés, con tres toros, tercero, cuarto y quinto, bravos y encastados en los primeros tercios, pero con poco fondo en la muleta. Festejo nocturno, cuarto del abono de la feria de Julio, con dos tercios del aforo cubiertos.

Juan José Padilla: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo y estocada caída (silencio).
Miguel Abellán: estocada trasera tendida y descabello (oreja); media estocada desprendida (dos orejas).
El Fandi: estocada trasera desprendida (oreja con petición de la segunda); pinchazo y estocada caída (silencio).

Abellán fue atendido en la enfermería de la posible fractura de varias costillas del costado derecho, pendiente de confirmación.

 

El diestro madrileño Miguel Abellán consiguió en la corrida celebrada esta noche en la ciudad oriental española de Valencia, otro de sus sufridos triunfos de la temporada, pues cambió el corte de tres orejas por la probable fractura de varias costillas que aun así no le impidió salir finalmente a hombros de la plaza.

PUERTA GRANDE SIN NOCTURNIDAD

El ambiente era de fiesta de verano, de cine al aire libre a la vuelta de la playa. El frescor de la noche y el tradicional espíritu festivo de la afición valenciana hacían suponer un festejo triunfalista y de abudantes trofeos concedidos con generosidad.

Pero los tres que cortó Miguel Abellán tuvieron un poso distinto, de tarde de sol y moscas en plaza de primera, que es lo que sigue siendo el coso valenciano, porque él mismo se encargó de no frivolizar cuanto hizo ante la interesante corrida de Las Ramblas.

Ya le cortó una primera oreja al segundo de la noche, un toro que derribó en varas pero llegó al último tercio echando ojeadas a los destellos de los focos en las lentejuelas de la taleguilla.

No le dudó por ello Abellán sino que tapándole la cara consiguió mover la poca clase del astado y rematar faena, ahora sí, con algunos alardes populistas que el público acogió con entusiasmo.

Mucho más mérito e importancia tuvo lo que le hizo al quinto, que brindó a Poty, su famoso profesor de baile en los concursos televisivos.

Tuvo este toro más nobleza que entrega, ya que embistió siempre a media altura y sin demasiado celo. Y Abellán le cogió bien el aire en tres ligadas series con la derecha, antes de que se le viniera abajo, cuando el madrileño resolvió con adornos airosos y alardes de valor que compensaron la pérdida de intensidad.

Entregado también en un final por manoletinas, el de Las Ramblas acabó derribándole con los cuartos traseros y le aprisionó fuertemente con el testuz contra el suelo. Cuando se llevaron al toro, Abellán se levantó conmocionado y pálido, con una posible fractura de costillas que le dejó sin aire.

Recuperado el aliento, y sin chaquetilla, cobró el madrileño una media estocada suficiente para cortar las dos orejas y, tras pasar por la enfermería, poder salir a hombros hacia la noche de Valencia.

También El Fandi paseó un trofeo del tercero, un toro bravísimo en los primeros tercios, que salió al ruedo con muchos pies y al que el granadino pegó hasta cuatro largas cambiadas de rodillas.

No hubo respiro para el animal durante los diez primeros minutos de su lidia, pues acudió con alegre y permanente galope a todos los cites, ya fueran de capotes, de picadores o del propio matador, que le clavó hasta cuatro espectaculares pares de banderillas que evocaron los mejores tiempos del "sorismo".

Y todavía siguió embistiendo el de Las Ramblas, aunque ya agotado de tanta entrega y sin apenas recorrido, a la muleta de un Fandi populista, que le dio la "fiesta" que el público le pedía.

El sexto también se arrancó con velocidad a los cites de El Fandi en banderillas. Pero ahí lo dejó todo, porque apenas si duró lo que tardó su matador en sacárselo a los medios tras otra tanda de rodillazos.

Juan José Padilla fue el único de la terna que se fue de vacío en noche tan propicia. Aenas estuvo cinco minutos delante del primero, que acusó hasta pararse dos fortísimos puyazos.

El cuarto tampoco duró demasiado, pero hasta que huyó rajado a tablas hizo una espectacular pelea en varas, en la que derribó con fuerza en dos de los tres puyazos que tomó.

Al final del tercio, hubo un "amistoso" duelo de quites, más ligero que hondo, entre los tres espadas que apuró aún más la bravura de un animal que todavía aguantó tres pares de banderillas y varios muletazos movidos del jerezano. EFE